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Lector Opina

Vibe-Coding: Programar sin saber de programación

Por Tomás de Camino Beck | 19 de Jul. 2025 | 4:36 am

¿Qué es programar? Muchas veces escuchamos eso de "ella sabe programar" o "él es desarrollador", y por otro lado, también el clásico "yo no sé programar…". Pero, ¿qué significa realmente programar? A fin de cuentas, programar no es más que decirle a una computadora qué hacer, darle instrucciones para que realice una tarea o resuelva un problema. Ahora bien, cuando hablamos de programar en un sentido más profesional, no se trata sólo de escribir líneas de código; es más bien pensar con precisión, como si quisiéramos explicarle a una persona que es muy literal, y que no tiene intuición alguna, cómo hacer algo, se lo tenemos que explicar paso a paso . Programar implica entender el problema, diseñar una solución y luego expresarla en un lenguaje que la máquina pueda entender, un lenguaje de programación.

Claro, esa idea de "programar" también cambia dependiendo del contexto. No es lo mismo programar un videojuego que un sistema financiero o una app para el celular. Cada uno tiene sus propios enfoques, sus prioridades, sus formas de pensar. Lo importante, al final, es que en todos los casos estamos traduciendo ideas humanas en instrucciones ejecutables.

Pero esa traducción puede tomar muchas formas. Y hoy, gracias a las herramientas que tenemos a mano, ya no estamos limitad@s a escribir cada línea desde cero. Ahora contamos con sistemas que pueden ayudarnos a traducir nuestras ideas de manera automática, casi como si les habláramos en voz alta. Me refiero, por supuesto, a la inteligencia artificial generativa.

Y es aquí donde entra algo que, personalmente, me ha cambiado la forma de ver la programación el vibe-coding (como lo ven en la siguiente figura).

Hasta hace poco, la programación era una secuencia clara, surgía una idea, la analizabas, la diseñabas, luego escribías el código y finalmente alguien lo usaba. Todo muy estructurado, muy paso a paso. Así me lo enseñaron, y así lo enseñamos. Primero pensar, luego codificar. Esa era (y sigue siendo) la lógica tradicional.

Pero algo se ha movido. Con los modelos de lenguaje, como ChatGPT, Gemini, Claude y otros, ha surgido una manera distinta de aproximarse al acto de programar. Ya no tengo que sentarme con todo resuelto de antemano. Puedo empezar con una intuición, una curiosidad, una idea a medio formar, y conversar con la máquina. Decirle lo que quiero, probar, ajustar, cambiar de rumbo, dejarme sorprender. Ya no diseño y después programo. Ahora diseño mientras programo, en un ir y venir con la máquina que me responde y me provoca.

Eso es vibe-coding.

El gráfico lo muestra con claridad. A la izquierda, la vieja ruta, intención → diseño → código → usuario. A la derecha, otra dinámica, la intención se conecta con el modelo de lenguaje (LLM), que devuelve ideas, fragmentos, caminos posibles. Y cada respuesta puede hacerme repensar lo que quería desde el principio. Es un bucle, un diálogo, una co-creación. Diseño y código emergen al mismo tiempo, como parte de una misma exploración.

No es que el diseño haya desaparecido. Está ahí, pero ya no como un plano fijo, sino como algo que se construye en movimiento. Programar así es también interpretar, leer lo que la máquina propone y preguntarse "¿será esto lo que quiero?", "¿y si fuera por otro lado?". Ya no busco sólo que el código funcione. Busco entender qué quiero hacer en primer lugar. Por eso, vibe-coding no es improvisar sin rumbo. Es pensar en compañía de la máquina, dejarse llevar por la conversación, confiar en la intuición y en el proceso.

Y eso, para mí, ha sido liberador. Porque en vez de limitarme a ejecutar un plan, me abro a descubrir cuál es el plan que vale la pena ejecutar. Ahí está la diferencia. Ahí está la vibra.

¿Cómo hacer vibe-coding?

Para hacer vibe-coding, necesitamos soltar la idea de que programar, incluso con ayuda de una inteligencia artificial, consiste en encontrar respuestas definitivas o soluciones cerradas. No se trata de ir del punto A al punto B con la mayor eficiencia posible. El vibe-coding nos puede llevar a cualquier parte. Es entrar en un proceso interpretativo, un diálogo con la máquina. Yo propongo algo, la máquina responde, y en ese ida y vuelta, ambas partes interpretan. Nosotros lo hacemos desde nuestras intuiciones humanas, la máquina desde sus patrones aprendidos. Nadie domina. No se trata de quién tiene la razón, sino de cómo se construye sentido en esa conversación.

No partimos de un requerimiento técnico bien definido. A veces lo que tenemos es apenas una intuición, una imagen suelta, una sensación estética o un concepto impreciso. Hacemos una pregunta abierta. Podemos usar lenguaje técnico, si lo tenemos a mano, pero también podemos hablarle a la IA con metáforas, poesía o descripciones emocionales. Lo que buscamos no es una respuesta cerrada, sino una propuesta que nos abra posibilidades.

Para mostrar cómo funciona, voy a usar Claude.ai, una de las plataformas que me ha resultado más cómoda para esta práctica. Claude tiene algo especial, no sólo genera el código, también lo ejecuta en el mismo entorno, así que podemos ver los resultados de inmediato y seguir el diálogo sin tener que cambiar de herramienta. Ese flujo es clave.

Mi primer intento fue así,

"Quiero que programes un sintetizador. Que pueda tocar en lugar de teclas círculos de colores y generen diferentes notas y texturas de sintetizador".

Esto es lo que resulta.

Cuando llega la respuesta de la IA, no la tomo como una solución definitiva. El código no es un producto terminado. Es apenas una posibilidad. Lo leo, lo observo, lo confronto con lo que imaginaba. Y en ese contraste empiezo a notar cosas que no me gustan o que no necesito. Por ejemplo, había demasiado texto en pantalla, los colores eran muy intensos, los botones me sacaban del ambiente que buscaba. Entonces escribí otro prompt:

"Puedes modificarlo para que los círculos floten como en el espacio, que se muevan lento. Eliminá los botones. Usá una escala de grises con fondo blanco. No quiero textos ni explicaciones en pantalla".

Ese nuevo resultado se puede ver acá.

La conversación no avanza de forma lineal. Cada paso es también un retroceso, una bifurcación, una nueva intención que aparece. No sigo un plan estricto, más bien voy afinando mi percepción a medida que avanzo. En este caso, quise agregar una interacción entre los círculos, y escribí lo siguiente,

"Que cuando se toque un círculo, se dibuje una línea a los círculos más cercanos y los haga sonar también al mismo tiempo. Que solamente sean los círculos a unos 20 píxeles de distancia".

Ese cambio generó algo mucho más interesante. Lo pueden ver aquí.

En esta práctica, la persona que programa deja de ser una operadora que sigue pasos y se convierte en alguien que lee, interpreta, edita y conversa. No hay una separación clara entre pensar y codificar, entre sentir y ejecutar. Todo ocurre al mismo tiempo. Incluso pueden seguir jugando con el resultado usando el botón de "customize".

A medida que el proceso avanza, es muy probable que el objetivo inicial se transforme. Lo que en un principio parecía un ejercicio puntual, puede convertirse en otra cosa completamente distinta. La IA no resuelve por nosotr@s. Nos propone caminos, y somos quienes decidimos si seguirlos, modificarlos o descartarlos. Lo que guía las decisiones no es sólo la funcionalidad, sino la coherencia con esa intención que va madurando poco a poco. El vibe-coding se vuelve así una práctica de afinación, como cuando una banda ajusta el tono entre ensayo y ensayo, buscando resonar con algo más profundo que la técnica.

Y es que al final, lo que se obtiene no es solamente código. Es un sentido compartido. Un fragmento de software que, más que funcionar, dice algo. Algo que se siente, que conecta con una intención. Porque un código puede ser impecable y no tener alma. El vibe-coding, en cambio, busca ese momento donde el código vibra. No por ser perfecto, sino por estar vivo.

Esto implica aceptar que la IA no nos da respuestas verdaderas. Nos da fragmentos con los que pensar. Nuestra tarea no es obedecerlos, sino interpretarlos, dialogarlos, decidir con cuidado. Por eso esta forma de programar no se mide por la rapidez ni por la eficiencia. Se mide por la profundidad de la exploración. No se trata de resolver un problema, sino de entenderlo mientras lo vamos escribiendo.

El vibe-coding es una forma contemporánea de interpretar. El código deja de ser un fin y se convierte en un lenguaje intermedio. Una herramienta para pensar con una inteligencia que no comprende como nosotros, pero que nos permite imaginar como nunca antes habíamos podido.

Comentario Final

Este modo de codificar no lo medimos por lo rápido que se hace, sino por la profundidad que podemos alcanzar. No se trata de correr hacia una solución ni de apurarse por entregar resultados. Se trata de entender, de ir descubriendo el problema mientras se va generando algo con sentido. El vibe-coding no es sólo una técnica nueva, es una forma distinta de interpretación. El código deja de ser el objetivo final. Se vuelve un lenguaje intermedio, una forma de pensar en colaboración con una inteligencia que, aunque no entiende como nosotr@s, nos permite pensar de otra manera.

Hace poco, por recomendación de alguien, me encontré con algo que me sorprendió mucho. Rick Rubin, el productor musical de bandas como los Red Hot Chili Peppers, publicó un libro digital junto con Anthropic, la empresa detrás de Claude. En este libro usaron vibe-coding para crear diseños que no sólo son visualmente impactantes, sino que están hechos para ser modificados por quienes los exploramos. Es como abrir una puerta a una nueva manera de crear. Les recomiendo que lo vean y lo prueben por ustedes mism@s. Está disponible aquí.

Y no se trata solo de artistas. También grandes empresas están explorando este enfoque. Amazon, por ejemplo, está desarrollando flujos de trabajo que permiten prototipar productos digitales usando algo muy parecido al vibe-coding. Es un proceso más libre, más ágil y más conectado con la creatividad.

Incluso han surgido aplicaciones completamente nuevas creadas con este espíritu. Una de ellas se llama BitChat. Es una app de mensajería experimental que no necesita número de teléfono, ni correo, ni conexión a internet. Funciona sobre una red mesh usando solo Bluetooth. Fue creada con esa misma lógica de vibe-coding, dejando que la idea se construyera conversando con la IA, paso a paso.

Yo les invito a intentarlo. No hace falta saberlo todo, ni tener todo claro. Basta con una idea, una curiosidad, una intención. Lo demás se va construyendo en el camino.

Director de Escuela de Sistemas Inteligentes

Universidad CENFOTEC

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