11 de setiembre: el día que el mundo cambió

El 11 de setiembre del 2001 el mundo se llenó de luto. Miembros de la organización paramilitar yihadista Al Qaeda secuestraron 4 aviones y los estrellaron contra los emblemáticos edificios del World Trade Center de Nueva York (conocidos como las Torres Gemelas), el Pentágono en Washington y un campo abierto en el condado de Arlington en Virginia, Estados Unidos. Los hechos, ocurridos casi en simultáneo, han sido considerados como el peor atentado terrorista de la historia. Una hora y 42 minutos después, las enormes Torres Gemelas se desplomaron ante los ojos atónitos del mundo, que veía -en directo- las imágenes que transmitían las cadenas de noticias.
Este domingo se conmemoran 15 años de esa tragedia, en donde murieron cerca de 3 mil personas y 6 mil más resultaron heridas. Desde entonces, nada volvió a ser igual.
A criterio de expertos, ese día quedó demostrado que hasta la primera potencia mundial es vulnerable y que todo el equipo y la inteligencia sirven muy poco en estos escenarios.
Álvaro Ramos, experto en seguridad, es claro en señalar que muchas organizaciones terroristas de alcance global se han desarrollado a partir de esa fecha, sobre todo en Europa.
El mundo se paralizó esos minutos ante las pantallas de televisión, que mostraban imágenes que nadie -en ese momento- podía explicar, pero que significaron un duro golpe al gobierno de George W. Bush.
Los especialistas concuerdan que Costa Rica no sufrió mayor afectación por este evento, sobre todo porque es un país pequeño, sin ejército.
Estados Unidos maximizó los controles migratorios y las revisiones en los aeropuertos se convirtieron en una necesaria agonía para todos los pasajeros.
También, el control en flujos financieros se reguló por completo, con el fin de evitar que terroristas utilizaran esos sistemas para lavar o transferir dinero.
Al estar centrados principalmente en Europa, estos grupos radicales no tienen interés en un país tan pequeño como Costa Rica. De cierta manera, según Ramos, eso ha favorecido el ingreso de turistas, que de no ser porque se sienten amenazados en Europa y Estados Unidos, no buscarían países latinoamericanos.
"Recuerdo a una señora carbonizada"
El testimonio de Karla Pericón, quien se encontraba en el piso 11 de uno de los edificios del World Trade Center
"¡Había mucha destrucción! En el área donde estaba el mall había muchos ventanales quebrados y mucha gente herida. Recuerdo a una señora totalmente carbonizada, ella estaba recostada en la pared, sin ropa… completamente... ¡Era como estar en una película de terror!".
Ese es el testimonio de Karla Pericón, una costarricense que se encontraba en el piso 11 de la torre norte del World Trade Center ese fatídico 11 de setiembre, y quien vivió en carne propia la desesperación y el terror de ver los edificios gigantes desplomarse.
Ninguno de los momentos que pasó ese día se han borrado de su mente y asegura que conforme se acerca la todo vuelve a tomar fuerza y la embarga el dolor pero también la alegría de estar viva y contando la historia.
Ella trabajaba para Bank of America y entraba a la oficina a las 9:00 a.m. pero ese día su jefe les pidió que ingresaran 1 hora antes. A las 8:46 a.m. todo empezó a caerse y el piso a retumbar.
"Donde yo vi que todo se movía dije: ‘¡está temblando!' y en eso un compañero me agarró y me dijo: ‘¡No! Tranquila, aquí no tiembla‘. El gerente nos dijo que saliéramos pero no teníamos idea de qué estaba sucediendo. Nos fuimos para la salida de emergencia y venía demasiada gente bajando, todo el mundo histérico de que habían puesto una bomba en el edificio", recordó.
Gritos, llantos y humo era lo que Karla veía. Al llegar al primer piso, la puerta de salida estaba cerrada y 2 hombres empezaron a golpearla hasta botarla para poder salir. Justo después se topó con la escena de la mujer.
Su mirada se elevó al cielo y la imagen del segundo avión impactando la torre sur la impulsó a correr de nuevo junto a sus compañeros. No había pasado mucho tiempo cuando la torre norte se cayó.
"Recuerdo como una nube que nos cubrió, como si nos hubiesen tirado una bolsa de harina. Una compañera y yo nos tiramos debajo de un carro pero después salimos porque nos empezamos a ahogar. Un señor en un camión empezó a repartir pañitos y agua y eso -digo yo- fue lo que nos salvó de momento", añadió.
Karla corrió hasta llegar a un ferry. Un policía trató de impedir que entrara pero de la misma desesperación, la gente rompía los ventanales con los zapatos y bolsos.
Ella tenía 1 año de vivir en Estados Unidos sola, se había ganado una visa de trabajo y asegura que después de los atentados, pasó cerca de 1 año para que todo volviera a tomar su rumbo.
"El tiempo y Dios son los que le ayudan a uno a seguir adelante. ¡No queda de otra! Tengo todo intacto, todo el escenario como tal. El olor se mantuvo bastante tiempo, se veía la nube por semanas, todo el mundo triste. Tuve muchos compañeros que renunciaron al trabajo por miedo a tomar trenes", afirmó.
Aunque había vuelto a Costa Rica, hace 15 días decidió regresar nuevamente a Nueva York, en donde espera continuar la nueva vida que el destino le permitió vivir.
"Me hizo una persona más fuerte"
Pilar Madrigal llegaba a las Torres Gemelas cuando el segundo avión se estrelló…
Haber vivido de cerca el ataque, cambió por completo la vida de Pilar Madrigal, otra tica que trabajaba en las torres y quien se dirigía en ese momento a la oficina.
"Me hizo una persona más fuerte, realmente ahora veo aquellos momentos de la vida difíciles no tan difíciles, habiendo pasado por lo que pasé", apuntó.
Reconoce que en estos días la embargan sentimientos encontrados porque al igual que Karla, todo lo recuerda.
"Sí me hace recordar caras de tristeza, de susto. Esto se empieza a vivir con varios días de anticipación acá, porque se hacen actividades y por eso uno recuerda ese día", dice.
Madrigal se encontraba a 2 cuadras del World Trade Center, iba saliendo del subterráneo y vio al segundo avión chocar contra la torre.
"Al principio pensé que había sido una explosión de gas y después vi el segundo avión donde chocó. No pensé que hubiese sido un ataque, creí que era un accidente".
Personas muertas y heridas por las calles y el olor a "humano" la hicieron tener pesadillas por varios días.
En enero del 2002 ella se dio cuenta que mucho en su cabeza había cambiado, sobre todo en su manera de ver la vida.
"El escalofrío y el olor de aquel 11 de setiembre"
Así recuerda el periodista Freddy Serrano lo que él vivió ese día, cuando estando al aire durante la transmisión del noticiero de Canal 7, tuvo que tratar de entender qué sucedía, narrar los hechos y orar por su primo, quien vive en Nueva York.
Fue una mañana de escalofríos y oleadas de adrenalina. Fue un mes de sentimientos encontrados e intensos olores. El 11 de setiembre de 2001 a las 6:50 a.m cambió la emisión regular de un noticiero matutino nacional y se convirtió en una vitrina de escenas confusas, que terminaron por convertirse en una transmisión ininterrumpida de terrorismo, caos y eventos que quitan el aliento.
Quince años han pasado desde aquella mañana en la que frente a una cámara y junto a todo un equipo de compañeros técnicos y periodistas tuvimos que informar al país sobre los atentados más graves de la historia reciente. A pesar del paso del tiempo, no deja de ponerse la piel de gallina cuando uno repasa las imágenes y recuerda a las casi 3 mil personas que perdieron la vida y a los 6 mil más que resultaron heridos por este golpe perpetrado por el grupo extremista islámico Al Qaeda.
Recuerdo perfectamente cada escena en cámara lenta de los aviones estrellándose contra las Torres Gemelas de 110 pisos a las que -justo un año antes- había ingresado como turista cuando mi primo hermano Roy Castro Serrano me dejó a dos cuadras mientras él se disponía para trabajar en el famoso World Trade Center.
Esa mañana de martes, cuando los atentados nos hicieron correr a todos en una sala de redacción y apoyar nuestros codos en el escritorio para narrar los hechos que se reflejaban en pequeños monitores del estudio; también fue una mañana en la que la imagen de mi primo se me vino a la mente e hice una pausa.
"Estamos contactando al Consulado de Costa Rica en Nueva York para tener un primer reporte sobre los ticos que trabajan en la Gran Manzana… En especial para quienes tenemos parientes que están en el complejo de edificios que estamos viendo en pantalla".
Dichosamente Roy había tomado la decisión, como jefe de su departamento, de salir de uno de los edificios aledaños gritándole a todos "¡Vámonos de aquí!".
El edificio -horas después- colapsó ante los ojos de este costarricense quien, para ese momento, ya estaba caminando a mitad del puente Brooklyn.
La jornada, mientras tanto, no terminaba pues teníamos al frente una de las transmisiones más agotadoras y retadoras de nuestras carreras. Las horas no dejaban de presentar escenas de nuevos aviones estrellados, de enormes columnas de humo saliendo de edificaciones emblemáticas y del impactante momento en el que dos rascacielos se desplomaron, inundando de asbesto y polvo 6 cuadras a la redonda.
Tres días después, cuando el cansancio se mostraba en las ojeras y cuando el temblor de los dedos aún se sentía al escribir varias historias sobre el atentado, mis jefes me ordenaron ir al lugar de los hechos para grabar un reportaje especial. Con tiquete en mano del primer vuelo que se reanudaba a Nueva York, me embarqué con un enorme maletín que cargaba cámara, baterías y cables. En el sitio me encontraría con uno de los mejores camarógrafos del país, Erick Rodríguez; quien para esas fechas estaba con permiso laboral del canal y residía en Nueva Jersey.
Con Erick me topé justo a 3 cuadras de la zona cero, ambos nos dimos un abrazo e inmediatamente nos conectamos con la misión de subir la cámara al hombro, tomar el micrófono y caminar hacia el tráfico de personas, policías y carros militares que cercaban la zona.
El olor fue lo primero que nos impactó mientras pasábamos por retenes policiales y nos adentrábamos al lugar como prensa acreditada, sin estarlo. Para ese jueves 13 de setiembre en la mañana, el bajo Manhattan olía a hule quemado y por momentos a podrido. "Sí, ese olor proviene de los muertos que están atrapados bajo toneladas de escombros", nos dijo un bombero en cámara.
Desde ese momento y por 4 días estuvimos recorriendo los alrededores del lugar, metiéndonos en tiendas afectadas, entrevistando a costarricenses que llegaban al Consulado a pedir salvo conductos para volver a casa, intentando transmitir en vivo con un video-teléfono que nos prestó un ingeniero.
No almorzábamos, no cenábamos; Erick y yo estábamos hipnotizados por la magnitud de la escena y con una fijación nerviosa de obtener las mejores imágenes y testimonios posibles. Una noche de sábado, cuando salíamos de un edificio del Ejército de Salvación donde repartían alimentos a familiares de las víctimas que acampaban esperando noticias; mi camarógrafo y yo colapsamos; nos volvimos a ver y nos gritamos con una voz nerviosa que en el fondo era el desahogo por las intensas horas de trabajo y de frustración por las duras escenas que presenciamos.
No terminaba nuestra misión pues antes de dormir nos avisaron del Consulado que conocían de una costarricense de Cartago cuyo hijo era uno de los bomberos desaparecidos. Ella vivía en Queens, a una hora de donde nos encontrábamos. Al llegar a su casa encontramos una sala y comedor colmados de imágenes religiosas, cuadros con mensajes de esperanza y fe. Doña Blanca era de Cartago, tenía 30 años de vivir en Estados Unidos, sus hijos nacieron en ese país y 'Gerito" como le decía a su hijo desaparecido, la tenía sumida en una profunda tristeza. Su esposo la animaba y en cámara nos pidió grabarle un mensaje a su héroe. "Gerito; si estás en los cielos, gracias por todo lo que nos has dado, gracias por haber dado tu vida por miles de personas que sufrían, te queremos y siempre estarás en nuestro corazón"…
Su casa olía a rosas y mis lágrimas sabían saladas.
Freddy Serrano, periodista.