Un buen periodismo es, hoy día, más urgente que nunca. Las personas están expuestas a una enorme cantidad de canales por donde reciben noticias serias y opiniones diversas, así como noticias falsas, cargadas de manipulación informativa, amplificadas por plataformas digitales y algoritmos que erosionan la confianza pública y dificultan el acceso a información fiable. El reto por la verdad es enorme, y los recursos para enfrentarlo son limitados.
La importancia de estar bien informados radica en que permite a las personas tomar decisiones con mayor certeza y actuar mejor. Solo disminuyendo las incertidumbres se puede acceder a datos confiables, proyectar acciones a futuro y evitar ser manipulados.
Es ahí donde el buen periodismo en democracia se vuelve fundamental para mejorar la convivencia social, la calidad de la vida pública y el futuro de nuestra sociedad.
Ya conocemos el rol de la prensa como fiscalizadora del poder, evitando abusos, corrupción y obligando a quienes gobiernan a rendir cuentas de sus actos. Eso incomoda a algunos políticos y, por ello, el hostigamiento contra los medios informativos críticos.
Ante los ataques estigmatizantes desde el poder contra la prensa crítica en Costa Rica, el Poder Judicial —en particular la Sala Constitucional— ha sido un ejemplo para el continente, con resoluciones que han puesto límites a los excesos, a las negativas de entregar información pública oportuna y a la constante agresión verbal. Así, se ha apuntalado la libertad de prensa y de expresión. Con sus acciones, el Poder Judicial está protegiendo los derechos humanos y nuestra democracia.
No podemos tapar el sol con un dedo: es una realidad que tantas acciones de desprestigio contra la prensa han calado en algunos sectores de la sociedad. Los habitantes son cada vez más críticos de los medios, cuestionan su independencia y su calidad. Además, han surgido nuevos actores mediáticos —algunos promovidos desde el poder— que utilizan plataformas y redes sociales para reconfigurar el espacio público.
A ello se suma la proliferación de noticias falsas y la manipulación informativa, muchas veces amplificadas por vocerías especializadas en la mentira, que han erosionado la confianza pública en todo el ecosistema mediático y dificultan el acceso a la verdad de los hechos. También el uso de bots y algoritmos en plataformas digitales favorece la creación de burbujas informativas, amplificando discursos extremos y generando contenido engañoso, poniendo en jaque la veracidad y la integridad informativa.
En respuesta, la buena prensa debe ser un faro moral. Debe seguir siendo una trinchera fundamental, pero su futuro está ligado a la capacidad colectiva de defenderla, reinventarla y dotarla de sentido público en medio de la incertidumbre. Apostar por el periodismo es, en última instancia, apostar por la democracia que queremos habitar: más libre, más justa, más informada.
Sin embargo, para lograr un cambio radical se requieren recursos, y hoy es difícil conseguirlos. Por eso se debe avanzar paso a paso, incorporando innovaciones y fortaleciendo la ética para recuperar la confianza de los habitantes.
El periodismo del futuro debe ser más participativo, abierto a la colaboración ciudadana y capaz de amplificar voces diversas, especialmente en contextos de estigmatización, exclusión, autocensura o censura.
Los medios deben abrirse a la opinión pública, ofreciendo información veraz y plural, para que las personas tomen decisiones informadas y participen activamente en la vida democrática. Esto contribuirá a fortalecer los derechos humanos, visibilizar injusticias y promover el debate público fuera de las agendas impuestas desde el poder.
Además, el periodismo debe ser ético para tener credibilidad. Un periodismo sin ética es propaganda, ficción y una amenaza para derechos fundamentales como la intimidad y el buen nombre. Cuando los periodistas y los medios se alejan de principios éticos como la veracidad y la responsabilidad, las personas perciben que sus informaciones están condicionadas. Esa desconfianza se traduce en menor audiencia, que migra a otras fuentes, muchas veces menos rigurosas o incluso desinformativas.
Los medios, para recuperar legitimidad, deben transformarse: transparentar su línea editorial y su financiamiento, rendir cuentas, rectificar errores y abrirse a la sana crítica de sus audiencias. Deben incluir voces diversas en sus contenidos, buscar nuevas fuentes informativas, innovar sin sacrificar la veracidad ni la profundidad, y reforzar la cultura profesional al servicio del bien público, que es la razón social del periodismo.
Reitero: la ética periodística es indispensable para restaurar la confianza, la credibilidad y el papel del periodismo como pilar de la democracia. En estos tiempos, la prensa debe ser un faro moral y una brújula en la oscuridad, pero para lograrlo, debe tener los valores éticos como guía para fortalecer su credibilidad, recuperar su imagen y apuntalar la calidad del periodismo profesional.