La historia de la atleta colombiana Caterine Ibargüen Mena, la reina del triple salto que brilló esta semana con su sonrisa amplia y alegría desbordante al ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos Rio 2016, es un caso especial de superación, entereza y sacrificio de un personaje alegre, maduro y carismático, que supo eludir los embates de una infancia dura y sumamente complicada, en la que saltó la pobreza y la violencia.
El cuarto deportista del país cafetero que se subió a lo más alto del podio olímpico, nació hace 32 años, 12 de febrero de 1984, y la educaron en Apartadó, en los tiempos violentos y guerrilleros del departamento de Antioquia, dentro del seno de un hogar humilde de muchas carencias materiales y afectivas, con padres separados en la distancia, lo que la hizo madurar antes de tiempo.
Al igual que le ocurrió a la medallista dorada en gimnasia artística y figura en estos Juegos, la estadounidense Simone Biles, Ibargüen debió crecer sin sus progenitores, en una familia de trabajadores en las fincas bananeras. Por razones de supervivencia, el matrimonio se separó: William se radicó en Venezuela, mientras que Francisca, la mamá, realizaba tareas domésticas, de ciudad en ciudad, y prácticamente no tenía contacto con Caterine.
Tanto Caterine como su hermano, Luis Alberto, se quedaron en la casa de la abuela, doña Ayola, quien se encargó de criarlos entre dificultades económicas. Varias veces faltaba la comida y el colegio era un lujo. Sin embargo, la abuela se las ingenió para que ellos no faltaran a las aulas de clase, mientras que su mamá podía enviar lo suficiente como empleada en casas familiares, para que su niña pudiera estudiar y vivir con decoro los primeros años de su vida.
Su plasticidad llamaba la atención y tenía una materia prima para explotar, dada su velocidad, largas piernas, potencia y temperamento. También experimentó el salto largo y alto, hasta llegar al salto triple que cambiaría su vida.
“Mi mamá y mi abuela formaron lo que soy como persona, a la medida de lo que pudieron. Me enseñaron el valor de las cosas, que cada cosa se lucha para conseguirse, que todo llega a un tiempo preciso, por eso las amo con mi vida”, reconoció Caterine a la prensa de su país, tras cumplir con su meta deportiva y pensar en la frase predilecta de su madre: “los tiempos de Dios son perfectos”.
Desde un principio, ella se mostró disciplinada, decidida, amable y con una fuerte personalidad, mientras que su estatura y físico le hicieron pronto canalizar sus dotes naturales al deporte. No dudó de entregarse por completo para vivir profesionalmente de la actividad.
“Mi mamá y mi abuela me enseñaron el valor de las cosas, que todo debe lucharse para conseguirse y que llega en el tiempo preciso. Siempre salgo a una pista a dar lo mejor para que ellas se sientan orgullosas. Unas mujeres que tenían que levantarse a las 5 de la mañana para trabajar y volvían de noche. Y en el momento que tenían para darme un consejo, me decían: ‘Haz las cosas bien, lucha por lo que quieres'. Y aún hoy, antes de competir, necesito sentir esa voz de aliento, así que siempre las llamo. El mejor regalo que puedo hacerles es ser un ejemplo para la sociedad. Y eso trato cada día de mi vida", dijo en una charla de valores en Colombia.
Del voleibol al atletismo
Caterine lo intentó primero con suceso en el voleibol y luego en el atletismo. Tenía 14 años cuando Wílder Zapata, profesor de educación física de un colegio de Apartadó, notó sus condiciones y la invitó a ir seguido a una destartalada pista atlética. Allí brotó este diamante. Pronto comenzó a destacarse deportivamente, entre saltos y colchonetas, y su pequeño cuarto se llenó de medallas.
Sus éxitos atrajeron ofrecimientos y aceptó primero trasladarse a Medellín y luego a Puerto Rico para cursar estudios de enfermería. “La Negrita”, como le llamaban cariñosamente en el hospital boricua, alternó la universidad con las prácticas de atletismo, en los que mejoró notablemente sus condiciones deportivas y personales.
Fue, en esa época, que Caterine conoció a su gran mentor y actual entrenador, el cubano Ubaldo Duany, quien fue el que mejor supo leer las condiciones excepcionales de la espigada y atlética deportista, luego de que también fue dirigida en su juventud por otros técnicos isleños, Regla Sandrino y Jorge Luis Alfaro.
“Cuba aportó grandemente a mi preparación y tiene mucho en este oro. Soy el resultado de un excelente trabajo de los entrenadores cubanos: Regla Sandrino, Jorge Luis Alfaro, y hoy Ubaldo Duany. Le debo mucho a ese país, desde la parte sicológica hasta mi amor por el atletismo. Y ahora estoy súper agradecida porque ellos se han convertido parte de mi vida y mi proceso, porque sin estas personas no fuera lo que soy hoy”, resaltó Caterine con firmeza.
En un comienzo, se pensó en ella para las pruebas combinadas, como una atleta de heptatlón, pero los 800 metros se le resistían. Finalmente Duany la convenció para que solamente se dedicara al salto triple. Y, desde entonces, su vida cambió para siempre, cuando ella ratificó que nació para brillar en esta especialidad.
A sus primeros Juegos Olímpicos, en Atenas 2004, fue como atleta de salto alto, igual que a los Campeonatos Mundiales al aire libre de Helsinki 2005 y Berlín 2009. En ninguno de estos certámenes pudo superar la ronda clasificatoria.
La joya suramericana tuvo que esperar al paso al triple salto para conseguir en el 2011, ya con 27 años, acceder a su primera gran final y ganar incluso la medalla de bronce en el Mundial de Daegu (Corea del Sur) y la de oro en los Juegos Panamericanos de Guadalajara (México).
Un año más tarde llegó el premio de plata de la Olimpiada de Londres 2012 y tras esa “derrota” encadenó 34 competencias seguidas ganando, hasta junio de este año en Birmingham, Inglaterra, incluidos los títulos mundiales ganados en Moscú 2013 y Pekín 2015, así como el primer lugar en la reunión internacional de Reims y las Ligas de Diamante de Londres y Mónaco.
No olvidar el registro de 15,31 metros que fijó como nuevo récord suramericano, su mejor plusmarca personal en el 2014 y el noveno mejor registro de todos los tiempos, en la pista del estadio Louis II de Mónaco, en una cita de la Liga de Diamante.
Todo este sacrificio y el trabajo arduo de la atleta de 71 kilos y 1,81 metros dieron sus frutos en una noche perfecta en Río 2016, con un brinco de 15,17 metros, en el estadio Olímpico “Joan Havelange, una sede inmensa para el atletismo en Río de Janeiro.
El sueño dorado de Caterine
Antes de saltar en cada prueba del salto triple en Rio 2016, Caterine siempre se motivó para ser una triunfadora y colgarse el oro olímpico, al colocarse en las orejas sus aretes de la suerte, los que le regaló su madre. Se puso, además, sus zapatillas talismán y se motivó con música de reggae, reguetón y el vallenato de Silvestre Dangond, “Mi propia historia”, que empieza con la frase que la inspira en las competencias: “voy p'adelante”.
La vida ahora es distinta para la campeona olímpica. Tras cautivar al mundo con el éxito dorado, sueña con ayudar a la gente necesitada, casarse y tener hijos. El candidato número uno para esta empresa es otro atleta colombiano, Alexander Ramos, su novio antioqueño y el hombre que la apoyó de gran forma en los últimos años.
De momento, ella desea encontrarse con su familia y mostrarles su mayor conquista: la presea de oro olímpica en el salto triple, su segunda premio en las justas en esta especialidad tras la de plata conseguida en Londres 2012. Caterine se proclama muy orgullosa del valor de su entrega al deporte que convirtió en un trabajo.
“Este oro significa mucho. Era el más grande de mis sueños y lo mejor que me pasó en la vida. Trabajé para coronarme campeona olímpica por cuatro años. El gran objetivo el título y lo conseguimos, pero la marca fue tomando importancia cada vez más para saber que estaba en óptimas condiciones. Es muy satisfactorio ver que aporto a la felicidad de mi país”, valoró tras adueñarse del oro, con un salto de 15,17 m, que venció a la venezolana Yulimar Rojas, plata con 14,98 m, y la kazaja Olga Rypakova, bronce con 14,74 m.
El valor de su hazaña, en la que disparó su adrenalina para volar en tres zancadas históricas, luce tan brillante como su sonrisa que cautivó al mundo. No le resultaba suficiente la de plata de Londres 2012, por lo que trabajó duro para cristalizar nuevas ilusiones y tener este recorrido mágico hacia el premio dorado en Brasil.
“Esto es un sueño hecho realidad, un anhelo por el que trabajé por muchos años. Sabía que debía esperar el tiempo preciso. Trabajé fuerte, estaba confiada de la gran preparación y feliz, un disfrute más para saber que los sueños se hacen realidad. Había trabajado por esto, lo disfruto, amo el atletismo, amo lo que hago y cada vez que estoy en la pista me lleno de satisfacción y orgullo por cada momento", agregó a la cadena estadounidense “ESPN”.
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Nombre: Caterine Ibargüen Mena.
Edad: 32 años.
Nacimiento: 12 de febrero de 1984, en Apartadó, de Antioquia, Colombia. Peso y estatura: 71 kilos y 1,81 metros.
Pareja: Alexander Ramos (exatleta colombiano).
Deporte: Atletismo Especialidades: Triple salto, salto largo y salto alto.
Entrenadores: Wílder Zapata (colombiano), Regla Sandrino (cubana), Jorge Luis Alfaro (cubano) y Ubaldo Duany (cubano).
Mejores marcas personales (al aire libre): Salto triple: 15,31 metros (2014). Salto alto: 1,93 m (2005). Salto largo: 6,73 m (2012). 100 metros: 14,27 segundos (2007). 200 metros: 24,06 segundos (2010). 800 metros: 2:35.35 minutos (2010). 100 metros con vallas: 14,09 segundos (2011). Relevo 4×100 m: 44.45 segundos (2011). Lanzamiento de bala: 12,68 m (2010). Lanzamiento de jabalina: 37,72 m (2010). Heptatlón: 5.742 puntos (2009).
Medallas en su carrera: Juegos Olímpicos: Atenas 2004 (no avanzó en la ronda previa), Londres 2012 (plata) y Río 2016 (oro).
Mundiales: Helsinki 2005, Berlín 2009 (no pasó la ronda clasificatoria), Daegu 2011(bronce), Moscú 2013 (oro) y Pekín 2015 (oro).
Copa Continental: Marrakech 2014 (oro).
Juegos Panamericanos: Guadalajara 2011 (oro y bronce) y Toronto 2015 (oro).
Centroamericanos y del Caribe: San Salvador 2002 (plata y bronce), Cartagena 2006 (2 platas), Mayagüez 2010 (plata) y Veracruz 2014 (oro).
Juegos Sudamericanos: Buenos Aires 2006 (1 oro, 2 platas).
Juegos Bolivarianos: Ambato 2001 (oro), Armenia 2005 (2 oros, 1 plata) y Sucre 2009 (2 oros, 1 plata).
Campeonato Juvenil CAC (Sub-20): Bridgetown 2002 (plata y bronce).
De alguna forma, la “Diosa de Ébano”, madura, realizada y en el Olimpo, podrá retirarse y ser por fin una mujer normal. Ya empezó a diseñar cómo será su vida después del atletismo. Al continuar con su habitual planificación, se lanzó como empresaria con una línea de complementos y optó por un máster sobre gestión deportiva.
Antes de la retirada, pensando ya en 2017, Ibargüen tiene dos grandes desafíos: el Mundial de Londres y seguir acercándose al récord mundial de 15,50 de la ucraniana Inessa Kravets, muy lejano todavía pero hacia el que quiere emprender vuelo.
Su mensaje es claro: hay Caterine Ibargüen para rato, al poner a su Colombia natal, a su Cuba de enseñanzas y a su Puerto Rico de adopción en lo más alto del podio. La culminación de una lucha complicada desde pequeña que concluyó a la edad de 32 años con la mejor de las historias: el oro olímpico de Río 2016.
(*) Rodrigo Calvo Castro es periodista deportivo del sitio http://cronica.cr/