Docentes y estudiantes del TEC restauran sistemas solares dañados en comunidades indígenas
Un equipo interdisciplinario del TEC viaja a territorios indígenas para reparar sistemas solares, recuperar centros educativos abandonados y garantizar que los niños puedan estudiar en condiciones dignas
Techos que filtran agua, paneles solares dañados, conexiones eléctricas obsoletas y salones que llevan años sin pintura son parte del panorama que enfrentan los niños de territorios indígenas, cuyas escuelas suelen ser las primeras en quedar en abandono y las últimas en recibir mantenimiento.
Sin embargo, un grupo de docentes y estudiantes del Tecnológico de Costa Rica (TEC) decidió ponerse manos a la obra para ayudar.
Desde 2023, un movimiento estudiantil interdisciplinario —formado por docentes y estudiantes de las carreras de Ingeniería Electrónica, Computadores, Construcción, Ambiente y Administración del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC)— realiza viajes a comunidades indígenas para rescatar centros educativos con graves afectaciones en infraestructura y tecnología.
Gustavo Richmond, encargado de la iniciativa, explica que lo hacen sin financiamiento estatal y con herramientas prestadas por profesores, laboratorios de la universidad y pequeñas donaciones de ciudadanos. Todo con un solo objetivo: garantizar que los niños indígenas puedan estudiar en condiciones dignas.
"La iniciativa nace a raíz de una carta que envió el señor Eddie Loaiza, director de la Escuela Bäyeiñak, en el territorio indígena cabécar de Chirripó. Ellos tenían un sistema de energía solar fuera de servicio. La carta no me llegó a mí directamente ni al TEC; se la mandaron a una asociación pro indígena, la Asociación Pro Indígena Quirco, y por distintas vueltas terminó en mis manos", mencionó Richmond en entrevista con CR Hoy.
El docente relata que se comunicó con el centro educativo y "le dije que me interesaba hacer una evaluación. No podía prometerle nada, porque sería muy pretencioso, pero le ofrecí visitar la escuela para conocer la situación. Esto lo hice en el marco de mi trabajo en el TEC, aunque no como parte de un proyecto formal, porque todo surgió a partir de la carta".
La escuela Bäyeiñak se encuentra en el sector de Chirripó Abajo y, para acceder al centro educativo, se debe caminar cerca de 8 kilómetros. Su población estudiantil es indígena cabécar.
Este centro educativo contaba con una instalación eléctrica colocada por la Fundación Omar Dengo (FOD), pero tenía cerca de cinco años de estar dañada.
"Hice la primera visita con autorización de mi jefatura, levanté un diagnóstico, traje la información, la revisé con otros expertos en energía solar y encontramos que el controlador de carga no servía. Sin ese equipo, la energía de los paneles no puede llegar a la escuela y, como las baterías no se usaron por mucho tiempo, también estaban malas", detalló.
Agregó que, tras la visita, lograron identificar que el problema principal era el controlador de carga, cuyo sustituto costó alrededor de $620, más el costo de traerlo al país. Además, se vieron obligados a instalar una transferencia para alternar entre el sistema solar y una planta de gasolina que la escuela ya tenía, "porque no queríamos dejarlos sin energía en caso de otra falla".
También hubo que sustituir las 12 baterías, porque todas estaban dañadas. Cada una cuesta alrededor de ₡193.000.
Para este caso, contaron con el apoyo de empresas privadas y de la propia universidad, que puso a disposición vehículos, choferes, viáticos, personal técnico y tiempo de trabajo, lo cual equivale a un aporte cercano a los ₡6 millones. Mientras tanto, "la comunidad ha aportado muchísimo también: caballos, alimentación, apoyo logístico y disposición para aprender sobre los equipos. Esta es una colaboración de doble vía".
Por eso están realizando un mapeo de escuelas y colegios en territorios indígenas que tienen sistemas solares, con el fin de saber cuáles están funcionando, cuáles no y cómo priorizar los apoyos. Entre ellas se encuentra la escuela Sharabata, que necesita un inversor híbrido nuevo cuyo costo ronda los $1.200.
"Hoy el sistema de la Escuela Bäyeiñak ya está funcionando. Pero luego nos enteramos de que hay otras escuelas en situaciones similares, como la escuela Sharabata, también en territorio cabécar. A ellos se les instaló el sistema en 2016, se les dañó en 2023, lograron repararlo por cuenta propia en 2024 y volvió a fallar en 2025. En este momento necesitan un inversor híbrido nuevo que cuesta alrededor de $1.200", detalló el docente del TEC.
Por ello, solicitan la ayuda de personas o empresas interesadas en donar fondos para continuar trabajando en la iniciativa.
Para más información sobre este esfuerzo, se puede contactar a Gustavo Richmond mediante el correo grichmond@tec.ac.cr.
"Este tipo de esfuerzos hay que hacerlos desde un diálogo y una colaboración respetuosa con las comunidades indígenas, tomando en cuenta su cosmovisión, su cultura y sus necesidades reales. Nosotros no llegamos simplemente a instalar un equipo y marcharnos. Queremos que ellos se apropien de estos sistemas, que sepan usarlos y mantenerlos para que el derecho a la energía sea sostenible", señaló.









