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Análisis: Sistema financiero costarricense sigue robusto pero enfrenta desafíos complejos

Por Alexánder Ramírez | 22 de Dic. 2025 | 3:28 am

Imagen con fines ilustrativos. (CRH).

El sistema financiero costarricense, conformado por las instituciones que captan depósitos, continúa estable y sólido tras profundos cambios en la última década, como la digitalización acelerada, las nuevas dinámicas de liquidez, un crecimiento económico desigual, la presión regulatoria, la consolidación del sector y la transformación silenciosa de la estructura productiva.

Así lo señala el estudio El Sistema de Intermediación Financiera Costarricense: evolución, desafíos y perspectivas 2014-2024, elaborado por los economistas Daniel Ortiz, socio director de la firma Consejeros Económicos y Financieros (Cefsa), y Luis Liberman, socio de Cefsa y asociado de la Academia de Centroamérica.

El libro plantea que, a pesar de su solidez, el sistema financiero costarricense enfrenta retos estructurales cada vez más complejos.

"El entorno macroeconómico cambió, la regulación se volvió más exigente y persisten distorsiones legales que condicionan la rentabilidad y, en última instancia, el rumbo futuro de la intermediación financiera", sostienen los autores.

Entorno macroeconómico

Según el análisis, aunque el crecimiento promedio de la economía fue satisfactorio en los últimos diez años, no se tradujo en una mayor demanda de crédito ni en un fortalecimiento del ingreso disponible.

Mientras el régimen definitivo (RD), que concentra la mayoría del empleo, perdió dinamismo, las zonas francas aumentaron su peso hasta alcanzar un 13,6 % del producto interno bruto (PIB), y la correlación entre el ciclo económico y la intermediación financiera se debilitó.

Como resultado, el crédito dejó de expandirse a tasas de doble dígito y pasó a crecer menos del 2 % en 2023.

El crédito al sector privado crece a tasas bajas, en múltiples ocasiones por debajo del crecimiento del PIB nominal.

A esto se suman cambios estructurales en el mercado laboral y la demografía: una menor tasa de participación, informalidad persistente y un envejecimiento acelerado reducen la base futura de clientes, encarecen el riesgo y exigen estrategias distintas para sostener la inclusión financiera y la profundidad del sistema.

Por otra parte, la inflación baja o negativa desde 2023 elevó las tasas reales, afectó el crédito y puso a prueba la efectividad del régimen de metas de inflación establecido por el Banco Central de Costa Rica (BCCR), que ya estaba afectado por la transmisión lenta de la tasa de política monetaria (TPM) y por un entorno financiero estructuralmente restrictivo.

Más pequeño

El análisis también muestra que el sistema financiero se volvió más pequeño en número de jugadores, pero no menos competitivo.

"Bancos, cooperativas y financieras han enfrentado presiones por eficiencia, digitalización, rentabilidad deprimida y regulación más exigente. Esto ha llevado a procesos de consolidación, nuevos modelos operativos, un menor número de sucursales y un desplazamiento hacia tecnologías que reconfiguran la intermediación", indican Ortiz y Liberman.

En este sentido, mencionan que la concentración de activos no implica menor competencia, pero sí un riesgo: la necesidad de economías de escala está empujando al sistema hacia un mapa distinto, y no todos los intermediarios están preparados.

Composición del crédito

Además, el estudio destaca que, al observar la composición del crédito, el giro hacia los segmentos de consumo y vivienda muestra que las familias fueron el amortiguador del sistema durante años, pero también el principal foco de vulnerabilidad.

Cuando los ingresos crecen poco y la población envejece, la morosidad y la capacidad de pago se vuelven frágiles.

Por otro lado, las micro, pequeñas y medianas empresas (pymes) siguen enfrentando barreras estructurales para acceder a financiamiento, y el financiamiento externo domina cada vez más en sectores estratégicos como zonas francas.

En el ámbito internacional, sobresalen tendencias como la consolidación del sector, la dependencia creciente de la tecnología, la mayor exposición al fraude digital, las nuevas amenazas de liquidez y los riesgos emergentes como los criptoactivos, la ciberseguridad y la interdependencia operativa.

Ante ello, recuerdan que Costa Rica no es inmune. Estos temas no son teóricos: requieren ser discutidos en juntas directivas, comités de riesgo y planes estratégicos.

"El sistema financiero costarricense es robusto, aunque opera en un país, un mundo y un ciclo productivo que ya no se parecen a los de hace diez años. La credibilidad, la confianza y la gestión de riesgos seguirán siendo el corazón del negocio; sin embargo, hoy deben complementarse con una lectura más fina del entorno, una visión estratégica más ágil y una capacidad real para anticipar cambios y adaptarse a ellos", agregan los economistas.

Concluyen que el sistema financiero costarricense enfrenta el reto de adaptarse a una economía dual, a un entorno demográfico más exigente y a una regulación que, aunque ha reforzado la solidez, también ha limitado la rentabilidad.

El desafío no solo es mantener la estabilidad, sino lograr nuevamente que el sistema sea rentable y permita, a la vez, ser competitivo e inclusivo.

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