Logo
Primary menu

El lector opina: ¿Cómo nació la democracia Costarricense?: El 7 de noviembre de 1889

Por Agencia | 7 de Nov. 2024 | 4:51 am

Hoy, celebramos el día de la democracia costarricense. Pocas cosas enorgullecen más a los ticos que nuestro sistema político-electoral, que es la envidia de muchos países alrededor del globo. Siendo la democracia más longeva de Centroamérica y una de las más importantes del mundo, pocas veces nos interrogamos cómo llegamos a donde nos encontramos y casi nadie conoce el origen de nuestra democracia.

En Costa Rica, se considera que la democracia vio la luz el día 7 de noviembre de 1889, fecha que posteriormente diera origen a la efeméride que hoy se celebra y que fuera usada para firmar nuestra actual constitución, que este año cumple 75 años. Si bien no fue, per se, la primera elección realizada democráticamente en nuestro territorio, al ser la primera vez que el pueblo de Costa Rica se involucró con un verdadero interés y fervor cívico en la elección de sus representantes, se ha establecido como la fecha de nacimiento de nuestra democracia. Pero ¿qué pasó el 7 de noviembre de 1889?

Antecedentes

Corría 1889 y el general Bernardo Soto Alfaro ejercía como Presidente de la República. Desde el inicio de su gobierno, se había comprometido a dejar el poder al finalizar su término constitucional, asegurando la mayor libertad política para la realización de las elecciones al efecto. Se acercaba el fin del periodo gubernamental en curso y comenzaban las conversaciones y los preparativos para la próxima elección, que recientemente había sido convocada por el presidente Soto. Desde el gobierno, se impulsaría la candidatura de Ascensión Esquivel; entonces vicepresidente; quien fue postulado por el partido Liberal Progresista, en el que se agruparon los esfuerzos del liberalismo oficialista, que continuaba con la dinastía política que había establecido el general Tomás Guardia en 1871. Desde la oposición, se impulsaría la candidatura de José Joaquín Rodríguez; entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia; bajo la bandera del partido Constitucional Democrático, en la que se habían uno los esfuerzos de oposición a la dinastía guardista, desde la fallida Asamblea Constituyente de 1880.

La campaña electoral, sería férrea. Los ánimos se encontraban a flor de piel y todos los involucrados utilizaron cuanto medio tenían disponible para asegurar su triunfo. Del lado liberal, el poder gubernamental intentaría con su peso mover la balanza lo suficiente para asegurar su continuidad.

Inclusive, se llegaría al punto en el que, bajo la excusa de enfermedad, el presidente Soto dejaría el poder y llamaría descaradamente al ejercicio de la presidencia al candidato Esquivel; quien tendría el mando supremo por 100 días consecutivos, hasta el regreso de Soto, provocado por las grandes críticas que se le profesaron. Los abusos serían diarios y se perseguiría con gran vehemencia a los opositores por medio de las fuerzas públicas. Del lado opositor, a pesar de los problemas que significaba tener la maquinaria del poder en contra, hubo destacados líderes, que, en gran medida, serían la causa del posterior triunfo del partido Constitucional Democrático; entre los cuales sobresale especialmente don Rafael Iglesias Castro, a la sazón, Jefe de Acción del partido. Empero, el apoyo del público fue fundamental para el triunfo de esta agrupación, especialmente motivado por el desgaste que tenía la dinastía guardista después de 18 años en el poder.

La elección

Usualmente, de previo, las elecciones en nuestro país no eran un asunto que le interesara a la generalidad. Los gobernantes eran puestos y quitados según los intereses de la oligarquía, y el pueblo, que podríamos llamar llano, no se metía en la designación de sus representantes, solo interesándole que la mayoría del tiempo hubiera una relativa estabilidad. Para esta oportunidad fue diferente. La promesa hecha por el general Soto al inicio de su gobierno y la intensidad con la que se habían llevado los esfuerzos del Constitucional Democrático, habían cultivado en el pueblo un fervor cívico como nunca antes se había visto y que a la fecha sigue latente en la idiosincrasia nacional. El pueblo se dio cuenta por primera vez que era posible tener una incidencia y que el poder no era monopolio de los grandes oligarcas, sino que era un bien de la generalidad.

Por esta razón, al realizarse las elecciones de primer grado (que duraban 3 días), los primeros asistentes a las urnas fueron los opositores. Se dice que desde la mañana en la que se abrieron las juntas electorales, se agruparon los opositores en forma masiva; casi como legiones; para ir a votar.

No se tenía mucha confianza de la veracidad de los resultados, pues las juntas habían sido conformadas exclusivamente por efectivos esquivelistas, pero se tenía la fe de que, a pesar de su filiación política, actuarían con rectitud y transparencia, dándole el gane a quien verdaderamente lo hubiera hecho.

Al ver tal impulso de la oposición, el oficialismo se pondría bastante nervioso y en muchos lugares del país se reportarían actos que buscaban impedir que los constitucionales emitieran su voto. Asimismo, habrían altercados entre las fuerzas de la ley y los constitucionales, quienes acusarían al presidente Soto de ejercer su influencia en las elecciones. En respuesta, este último emitiría un pronunciamiento oficial, ordenando que se respetase la libertad electoral. Empero, sería en gran medida ignorado por las fuerzas gubernamentales, adictas al esquivelismo. Al cerrarse las urnas, constaría la victoria de la oposición en las elecciones, lo que haría que existieran intentos de alterar las actas y los resultados, mismos que serían desenmascarados oportunamente.

Al tenerse los resultados, habiéndose frustrado los intentos de fraude posterior a las elecciones, se daba como ganador por inmensa mayoría a don José Joaquín Rodríguez, quien estaba destinado a ascender a la Presidencia de la República. No obstante, muchos de los partidarios liberales se negarían a aceptar su derrota y buscarían la forma de darle la vuelta a la elección, para impedir el ascenso de Rodríguez. En honra a su memoria, vale la pena indicar que el señor Esquivel, rechazaría todos los planes de revuelta y diría expresamente que él no quería "Entrar al Palacio Presidencial por la ventana", cosa que poco les interesaría a sus simpatizantes.

Los eventos del 7 de noviembre

Así, el día 7 de noviembre en la mañana se encargaría a un soldado de entregar una carta en Alajuela, que ordenaba que los cuarteles de esta ciudad se preparan para secundar un levantamiento que estaban planeando los de San José, en busca de desconocer los resultados y proclamar a don Ascensión Esquivel como presidente. Pero, poco se esperaban que la carta en cuestión había sido encargada a un soldado que simpatizaba con la oposición, quien, previo a cumplir su encargo, la mostraría al líder principal del rodriguismo, don Rafael Iglesias. Este, habiéndose enterado de lo que se tramaba, comenzaría a planear esfuerzos de resistencia, para la eventualidad en la que se diese el supuesto levantamiento. Informaría a los pueblos cercanos, para que estuvieran preparados y, de forma muy tica, esperaría a que "se aclaren los nublados del día" antes de actuar.

A eso de las 2 de la tarde, saldría de uno de los cuarteles capitalinos un pelotón de soldados, gritando "¡Viva Esquivel!" y "¡Muerte a Rodríguez!", cosa que encendería las alarmas de la oposición, quien en ese momento daría inicio a sus esfuerzos de resistencia. Habiendo salido del cuartel general del rodriguismo, en esquina noreste de lo que hoy es el Parque Nacional, don Rafael Iglesias recorrería cabalgando toda la avenida tercera al grito de "¡Constitucionales Arriba!" y enviaría cartas a los pueblos vecinos, para alertar del inicio del conflicto y agrupar a todas las personas dispuestas a ponerle el pecho a las balas para proteger los resultados. Rápidamente, se reunirían en San José un grupo que ascendía a las 8000 personas, quienes venían armadas de escopetas, pistolas, machetes y cuanto utensilio encontraron para defenderse; todos identificados entre sí con un pañuelo blanco amarrado en el brazo derecho.

Parte importante de este grupo se reuniría en lo que hoy es la Plaza de la Democracia, donde esperarían a su líder, Iglesias, para atacar. Ya, a eso de las 7 p.m., San José se encontraba rodeado y en estado de sitio, por las fuerzas Constitucionales. Conforme avanzaba la noche, aumentaban los sonidos de bala y la alerta en la capital. Habiéndose llegado a un punto en el que se consideraba necesaria la intervención de las fuerzas policiales, se intentaría convencer al presidente Soto de intervenir militarmente con los efectivos que no se habían sublevado, posibilidad que rechazaría, para no escalar aún más la situación. Para las 11 de la noche, se había enviado un grupo de delegados a reunirse con Iglesias, para ofrecerle el cambio total de ministerios, a cambio de un cese en las hostilidades, bajo la premisa de que este cambio lograría recuperar la confianza en el gobierno. Don Rafael rechazaría la posibilidad y exigiría que el general Soto dejara el poder y llamara al ejercicio de la presidencia al Dr. Carlos Durán Cartín, como único medio para poner fin a la revuelta.

Seguido a esto, se reunirían con el presidente Soto un grupo de delegados enviados por el Club Constitucional; entre los que se encontraban destacados individuos, como don Ricardo Jiménez, don Cleto González, entre otros; quienes le harían un reporte de la gravedad de la situación y le solicitarían la toma de medidas para reestablecer la paz. Rápidamente, al ver el estado de las cosas, el presidente Soto tomaría la patriótica resolución de inmediatamente dejar el poder y ceder la presidencia al Dr. Durán, allí presente, para evitar que se derramara más sangre costarricense en vano. Allí mismo, le solicitó a Mauro Fernández, único ministro presente, que redactara el decreto en el que cedía el poder al Dr. Durán y al firmarse, el destacado doctor quedó investido como Comandante en Jefe del país.

La primera decisión que tomó fue la de nombrar a Ricardo Jiménez como ministro general, a quién interpelaría diciéndole "¿Me acompaña?" a lo que don Ricardo le respondería afirmativamente. Una vez se había entregado la presidencia al Dr. Durán, se informaría a don Rafael Iglesias, quien llamaría inmediatamente a un alto al fuego y enviaría de entre los efectivos constitucionales, los hombres suficientes para reponer a los soldados rebeldes de los cuarteles gubernamentales. A pesar de esto, se intentarían fraguar a lo interno de estos otros levantamientos, para los que se le ofrecería a los generales Buenaventura Corrales y Víctor Guardia la eventual presidencia, mismos que, al negar estos personajes su apoyo, no fraguarían.

Consecuencias

Velozmente, se recobraría la paz en la capital y, al amanecer del día siguiente, se recibiría a todos lo josefinos con un arcoíris que atravesaría el cielo de punta a punta; acontecimiento que convencería a las humildes mentes de la época de que este era un mensaje del destino, en el que se mostraba conforme con lo acontecido.

Después de lo acontecido, tanto don Ascensión Esquivel, como el general Soto saldrían del país, con diferentes excusas. Acción, que sin duda aportó al restablecimiento de la paz en el país.

El Dr. Durán, terminaría el periodo constitucional del general Soto y el día 8 de mayo de 1890, entregaría la banda presidencial a don José Joaquín Rodríguez, en un acto de inmenso júbilo nacional. Si bien, estos acontecimientos no impedirían que posteriormente la democracia fuera lesionada y violada en muchas ocasiones (como en el propio gobierno de Rodríguez), se recuerda esta fecha como la primera vez que el pueblo de Costa Rica luchó por tener una voz y luchó por nuestro activo más valioso: la libertad del sufragio.

Hoy, más que nunca, en el 135 aniversario de la democracia más antigua de centroamérica, usemos el pañuelo blanco y escuchemos el resonar del grito "¡Constitucionales Arriba!", pues fueron verdaderamente, la semilla de nuestra democracia.

Comentarios
0 comentarios