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El lector opina: El origen del apagón educativo

Por Agencia | 8 de Feb. 2024 | 4:06 am

La calidad de la educación costarricense viene cuestionándose desde hace tiempo. Los insumos para criticarla nos vienen de los bajos resultados en las pruebas PISA y las pruebas estandarizadas (todavía sin publicar). Pero hay un tercer indicador que debería tomarse en cuenta: la gran cantidad de maleantes (de a pie y de cuello blanco) que hacen de Costa Rica el escenario de sus fechorías.

Me atrevo a afirmar que la mayoría de estas personas que tanto dañan a la sociedad, tienen como mínimo el sexto grado de escuela y algunos incluso se pavonean con sus títulos universitarios. Ello es prueba de que la educación costarricense no está calando en la formación "de ciudadanos amantes de su Patria, conscientes de sus deberes, de sus derechos y de sus libertades fundamentales, con profundo sentido de responsabilidad y de respeto a la dignidad humana". (Ley 2160, Ley Fundamental de Educación)

Esa desconfianza en la educación pública la poseen los mismos docentes que trabajan en el sistema, pues muchos de ellos hacen un esfuerzo para que sus hijos e hijas estudien en centros privados, en donde se supone que el nivel educativo es mayor (eso sería lo esperable). La calidad de la educación empezó a decrecer cuando se renunció a la exigencia académica, y se empezaron a "regalar" notas y títulos para no generar "traumas" en los "pobrecitos" educandos. Si no, cómo explicar que haya niños y niñas que lleguen al colegio sin saber leer, escribir o realizar las operaciones matemáticas fundamentales. O que jóvenes entren a la universidad sin la capacidad de analizar un texto, redactar un pequeño ensayo y con muchos vacíos en las habilidades lógico-matemáticas.

Se eliminaron las pruebas de sexto, noveno y quinto o duodécimo año con la complacencia de sectores que vieron en ello un avance; y las estandarizadas que hoy se aplican, no cuentan con el respaldo técnico de los asesores nacionales según lo informa la prensa.

Parte del problema es que todos esperamos soluciones "de arriba", es decir, de la jefatura superior inmediata, incluyendo a la actual ministra de educación. ¿Y si cada uno empieza con un cambio de actitud personal y mejora la calidad educativa en su ámbito de influencia?: el maestro en el aula, los padres y madres en el hogar y las dependencias administrativas desde sus oficinas gestionando acciones y políticas realistas. La calidad educativa inicia con la excelencia individual.

Antes la persona docente dedicaba su tiempo a dar clases. A poner más atención a los niños "a los que les costaba" y dar actividades extra a los más avanzados, sin cargas laborales y administrativas que justificaran esas acciones. Definitivamente hay que rescatarlos de tanto papeleo para que cumplan a cabalidad su vocación. Y si no tienen vocación, que den espacio a los que sí.

Guardo con mucho aprecio una imagen de mi niñez ya lejana: la de mi papá "chorreando" la viga corona de una de las paredes de mi antigua escuela. Aún conservo en la memoria el sabor de las cajetas de coco que mi mamá elaboraba para vender y cuyas ganancias eran para el patronato escolar, además de los 0.25 céntimos de contribución semanal. Esa era otra forma de colaborar a la educación de sus hijos y al bienestar de la comunidad y del país.

Hoy muchos achacan el apagón educativo a las huelgas, la pandemia o a la mentalidad del "pobrecito" tan anquilosada en muchos estratos de nuestro país. Quisiera agregar una más: el origen de ese apagón se dio cuando muchos padres y madres de familia convirtieron los centros educativos en las guarderías de sus hijos, y renunciaron con ello a la responsabilidad de educarlos en valores, que solo se lleva a cabo con el ejemplo.

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