Iron Maiden, Costa Rica y el paso del tiempo: una historia que se acerca a su capítulo final
Desde aquel concierto inolvidable del 2008, la banda británica construyó una relación especial con el público costarricense. En el 2026 volverá con una gira de grandes éxitos que celebra sus 50 años y abre la puerta a una lectura de despedida.

Imagen promocional de Eddie The Head, la mascota de Iron Maiden, utilizada durante su gira del 2008, la cual trajo a la banda por primera vez a Costa Rica.
A inicios de los años 2000, Iron Maiden era uno de esos nombres que los fans costarricenses mencionaban sin demasiada fe en que alguna vez tocaría en el país. Todo cambió en febrero del 2008, cuando la banda no solo llegó por primera vez, sino que abrió una puerta que ya no volvería a cerrarse.
Desde entonces, cada visita de la Doncella de Hierro ha tenido un peso distinto: el impacto fundacional del debut en vivo, el regreso inmediato que nadie esperaba y la consolidación definitiva con una producción de escala mundial. El reciente anuncio del concierto del 2026 activa inevitablemente la memoria de ese recorrido y plantea una pregunta que muchos se hacen en voz baja.
2008: el concierto que puso a Costa Rica en el mapa del metal
Con la perspectiva que da el tiempo, el concierto de Iron Maiden en Costa Rica del 2008 se entiende hoy como algo más que una primera visita. Fue el punto de quiebre que puso al país en el mapa del metal mundial y abrió la puerta para que, en los años siguientes, nombres como Metallica, Black Sabbath, Slayer o Judas Priest comenzaran a ver a Costa Rica como una plaza viable. Todo empezó ahí, con Maiden.
El 26 de febrero de aquel año, más de 27.000 personas llenaron el Estadio Ricardo Saprissa, en Tibás, para un evento que desbordó cualquier antecedente local. La producción fue enorme para los estándares de la época, desde el montaje hasta la logística. Y la llegada de la banda terminó de confirmar que se trataba de algo fuera de escala: Iron Maiden aterrizó en el país a bordo del Ed Force One, el Boeing 757 piloteado por Bruce Dickinson, generando una concentración masiva de fans en el aeropuerto que quedó grabada como una de las postales más icónicas del rock en Costa Rica.
La noche abrió con Lauren Harris, hija de Steve Harris, como telonera, antes de que la Doncella de Hierro desplegara un setlist centrado en su etapa clásica, como parte del Somewhere Back in Time World Tour. Sonaron himnos como Aces High, 2 Minutes to Midnight, The Trooper, Wasted Years, The Number of the Beast, Run to the Hills, Rime of the Ancient Mariner, Powerslave y Fear of the Dark, con un encore que incluyó Moonchild, The Clairvoyant y Hallowed Be Thy Name.
Ese concierto dejó, además, una huella permanente: la interpretación de "Powerslave" en el Saprissa fue inmortalizada en el álbum y DVD en vivo Flight 666, insertando para siempre a Costa Rica dentro del relato global de Iron Maiden.
Con el paso de los años también salió a la luz un detalle que, en su momento, no se hizo público y que estuvo a punto de echar abajo el concierto cuando ya no había margen de maniobra. En las horas previas al show, y como parte de un rato de esparcimiento, el baterista Nicko McBrain salió a jugar golf. La mala fortuna quiso que otro golfista lo golpeara accidentalmente con una bola en una de sus manos, provocándole una lesión que generó alarma inmediata dentro del equipo de la banda.
Por momentos se temió lo peor. Sin embargo, Nicko logró salir a escena y completar el concierto, tocando con evidente dolor, algo que el público nunca llegó a notar del todo esa noche. El episodio sería revelado tiempo después por la propia banda en los contenidos del DVD de la gira, sumando una capa más a la mística de aquel debut en Costa Rica.
Durante esas horas, Tibás fue el epicentro de la felicidad metalera. El país pareció detenerse y, sin saberlo aún, estaba presenciando el inicio de una nueva etapa para los conciertos de gran formato en Costa Rica. Iron Maiden no solo tocó: abrió el camino.
2009: el regreso inesperado
El 3 de marzo del 2009, Iron Maiden regresó a Costa Rica como parte de la segunda etapa del Somewhere Back in Time World Tour, en un movimiento que pocos anticipaban. Tras la respuesta masiva del público en el 2008, la propia banda manifestó a la productora local Move Concerts su interés por incluir nuevamente al país en la ruta de la gira, algo que terminó por concretarse en tiempo récord.
Esta vez, el concierto se realizó en el Estadio Alejandro Morera Soto, ante unas 16.000 personas. El cambio de recinto fue determinante. El Estadio Ricardo Saprissa, sede habitual de los grandes conciertos de aquella época, no estaba disponible, y el traslado a Alajuela implicó condiciones acústicas y de interacción distintas entre la banda y el público, lo que marcó una experiencia diferente a la del año anterior.
El regreso tampoco generó el mismo impacto mediático que en 2008. La cercanía temporal con el debut de la banda y el hecho de tratarse de la misma gira hicieron que el concierto tuviera un perfil más bajo dentro de la conversación pública. Aun así, Iron Maiden volvió a entregar un espectáculo sólido, con un público fiel que respondió con entusiasmo.
Aunque el espíritu del show se mantuvo, el setlist no fue idéntico al del año previo. Se repitieron los pilares del concierto —Aces High, 2 Minutes to Midnight, The Trooper, Wasted Years, Rime of the Ancient Mariner, Powerslave, Run to the Hills, Fear of the Dark, Hallowed Be Thy Name e Iron Maiden—, pero hubo ajustes que refrescaron la noche.
En Alajuela se incorporaron temas como Children of the Damned y Phantom of the Opera, mientras que canciones presentes en el debut, como Revelations, Can I Play With Madness, Heaven Can Wait, Moonchild y The Clairvoyant, quedaron fuera. Además, The Number of the Beast cambió de ubicación, pasando del set principal en 2008 a formar parte del encore, que cerró con The Evil That Men Do y Sanctuary.
Antes del acto principal, el escenario volvió a recibir a Lauren Harris, hija de Steve Harris, como telonera, repitiendo la fórmula de la primera visita.
El concierto del 2009 no tuvo el efecto sorpresa del año anterior, pero confirmó que lo ocurrido en el 2008 no había sido un episodio aislado. Iron Maiden ya no regresaba como una banda que probaba mercado, sino como un acto capaz de sostener visitas consecutivas y mantener viva una relación que, con el tiempo, se consolidaría aún más.
2016: la tercera incluyó a Anthrax… y no fue la vencida
La tercera visita de Iron Maiden a Costa Rica, el 3 de agosto del 2016, confirmó que el país ya no era una apuesta ni una rareza dentro de las giras internacionales de heavy metal. La banda regresó al estadio Ricardo Saprissa como parte del The Book of Souls World Tour, una gira ambiciosa, extensa y de alcance verdaderamente global.
En esta ocasión, Iron Maiden no vino a celebrar el pasado, sino a presentar material nuevo. The Book of Souls (2015), su primer álbum doble de estudio, marcaba el eje conceptual del tour y ocupaba una parte sustancial del setlist. Canciones como If Eternity Should Fail, Speed of Light, Tears of a Clown, The Red and the Black y The Book of Souls convivieron con clásicos infaltables como The Trooper, Powerslave, Hallowed Be Thy Name y Fear of the Dark. A diferencia de lo que ocurrirá en el 2026, el foco estaba claramente puesto en el presente creativo de la banda.
El contexto de la gira le daba un peso adicional a la parada en Costa Rica. The Book of Souls World Tour llevó a Iron Maiden por 36 países, incluyendo territorios donde nunca antes se habían presentado, como El Salvador, Lituania y China. La logística volvió a ser parte del espectáculo: la banda y su equipo técnico viajaron en un Boeing 747-400, nuevamente bautizado Ed Force One, pilotado por Bruce Dickinson, reforzando esa imagen de Iron Maiden como una maquinaria autosuficiente y descomunal.
Esa gira quedaría documentada en The Book of Souls: Live Chapter (2017), un álbum en vivo que recopiló grabaciones realizadas en distintas ciudades del tour. Costa Rica no fue incluida en ese lanzamiento, pese a la intensidad y la respuesta del público local, un detalle que muchos fans señalaron posteriormente como una ausencia llamativa.
Si el concierto principal confirmaba la madurez de Iron Maiden, el telonero terminó de elevar la noche a una categoría superior. Anthrax, una de las bandas fundamentales del thrash metal y miembro del llamado Big Four, fue el encargado de abrir el espectáculo. A diferencia de las visitas anteriores —marcadas por la presencia de Lauren Harris—, en el 2016 Iron Maiden apostó por el mejor telonero posible.
La presencia de Anthrax no solo aportó peso histórico al cartel, sino que convirtió la noche en una experiencia doblemente significativa. Para muchos asistentes, fue la primera vez viendo en vivo a una de las bandas clave del thrash, sumándose a una presentación de Iron Maiden en plena forma escénica.
El cierre, con The Number of the Beast, Blood Brothers y Wasted Years dejó claro que la relación entre Iron Maiden y Costa Rica había entrado en una nueva etapa. Ya no se trataba de sorprender ni de validar: la banda podía volver cuando quisiera, con el acompañamiento que quisiera, y llenar estadios con total naturalidad.
El regreso anunciado para el 2026 no se entiende sin esa noche del 2016, donde quedó claro que Costa Rica ya jugaba en las grandes ligas del metal en vivo.
2026: una celebración de 50 años que huele a despedida
El 8 de octubre del 2026, Iron Maiden regresará a Costa Rica como parte del Run For Your Lives World Tour, una gira concebida explícitamente para celebrar los 50 años de la banda, fundada en 1975. El concierto se realizará en el Estadio Nacional y marcará la cuarta visita del grupo al país, ahora con un peso simbólico distinto al de ocasiones anteriores.
A diferencia de la visita de 10 años antes, este tour no está ligado a la promoción de un nuevo álbum. El concepto es claro y deliberado: un repaso por los grandes clásicos, con un setlist centrado en los primeros nueve discos de la banda, es decir, la etapa que construyó su identidad y su legado. Nada del material de The Book of Souls formará parte del repertorio.
Aunque Iron Maiden no ha anunciado una gira de despedida ni un retiro definitivo, el contexto invita a la lectura pausada. Por primera vez en más de cuatro décadas, la banda sale a la carretera sin uno de sus miembros históricos. En diciembre del 2024, el baterista Nicko McBrain se retiró de las giras, poniendo fin a una etapa que se extendió desde 1982. Su lugar en vivo fue asumido por Simon Dawson, músico cercano al entorno de Steve Harris y parte del proyecto British Lion.
El cambio fue significativo. Nicko no solo era una pieza clave en lo musical, sino una figura central en la identidad escénica y humana de Iron Maiden. Su salida de los escenarios marcó, para muchos fans, la primera señal clara de que el tiempo también pasa para la banda más incansable del heavy metal.
A eso se suma un dato inevitable: la edad de los miembros que permanecen activos. Para el momento del concierto en Costa Rica, Bruce Dickinson tendrá 68 años; Steve Harris, 70; Dave Murray, 70; Adrian Smith, 69; y Janick Gers, 69. Cinco músicos que siguen tocando con una energía que desafía cualquier estándar, pero que también cargan con medio siglo de carretera, escenarios y giras extenuantes.
En ese contexto, el Run For Your Lives World Tour se siente menos como una celebración puntual y más como una puesta en perspectiva. No hay anuncios definitivos ni promesas de cierre, pero sí una consciencia clara de que cada gira puede ser especial. De hecho, la banda ya confirmó que no realizará conciertos en el 2027.
Para el público costarricense, el regreso de Iron Maiden tendrá esa doble lectura. Por un lado, la alegría de volver a ver en vivo a una banda que ayudó a poner al país en el mapa del metal internacional. Por otro, la sensación —no declarada, pero presente— de que podría ser una de las últimas oportunidades de ver en escena a una formación histórica que ha desafiado el paso del tiempo como pocas.
No es una despedida anunciada. Pero sí una cita que se vive con la conciencia de que nada en el rock es eterno, ni siquiera Iron Maiden.