Mundo insólito – Cadáver preside junta directiva
(CRHoy.com) – Pocas historias son tan fascinantes como las de los muertos, siempre y cuando el muerto no sea uno, por supuesto.
El escritor Gabriel García Márquez soñó una vez que asistía, encantado, a su propio entierro caminando entre sus amigos con ánimo de fiesta hasta que al final de la ceremonia, cuando todos se empezaron a ir y él intentó acompañarlos, uno de ellos le detuvo y le dijo en tono fulminante: "Eres el único que no puede irse".
A algunos políticos conocidos, de cuyo nombre no me quiero acordar, les pasa lo mismo. Quisieran seguir reinando a perpetuidad después de muertos para ufanarse de su propio funeral, saber quiénes los lloran, alaban y glorifican, observar sus bustos y efigies en medio de parques y bulevares y, desde luego, legar a sus deudos la bacanal de gollerías que sembraron y cosecharon en vida a costas del ciudadano común.
De hecho, en algunos países -y el nuestro no debe ser la excepción-, la actividad de los muertos parece actualmente tan intensa y febril que muy a menudo se les descubre votando en elecciones, recibiendo jugosos salarios y gozando de exquisitas jubilaciones. En Colombia, por ejemplo, hace poco se descubrió que los subsidios del Estado seguían llegando a 457 mil muertos.
Pero nada tan asombroso como el caso de Jeremy Bentham, prominente filósofo y economista inglés y padre del utilitarismo que postulaba que todo acto humano, ley o institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen para las personas.
Muy a propósito de lo que está ocurriendo en Costa Rica, este brillante personaje advertía de los peligros que produce en una sociedad el interés individual sobre el de los demás hombres, para lo que proponía imponer rigurosas sanciones que lo impidieran a toda costa.
Fue un intelectual tan intenso e inagotable que, queriendo trabajar aún después de muerto, pidió que su cadáver siguiera presente en las reuniones del consejo académico del University College de Londres que él mismo ayudó a fundar y financiar mediante la donación de sus bienes.
Desde entonces, sus deseos han sido cumplidos y respetados a tal punto que hoy en día su esqueleto elegantemente vestido con una cabeza de cera (la auténtica fue momificada) sigue presidiendo cada reunión desde una vitrina de cristal aunque sin derecho a voto.
No obstante, su convicción de que la filosofía y el humanismo son claves para solucionar muchos de los conflictos del hombre, sigue orbitando en aquella sala aunque ya nadie repare en su famosa e imperecedera frase: "La mayor felicidad para el mayor número".
