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Mundo insólito – Escoja: ¿orgía o bacanal?

Por Edgar Espinoza | 22 de Mar. 2020 | 5:34 am

"Los romanos de la decadencia" por Thomas Couture

(CRHoy.com) – Muy al principio, allá por el siglo III a. C., en la antigua Roma era posible disfrutar de las más encendidas bacanales siempre y cuando se supieran hacer.

Se trataba de un ritual secreto, solo entre mujeres, limitado a dos fechas al año (16 y 17 de marzo), a plena luz del día y bajo la complicidad de los bosques de Aventino.

Todo marchó bien mientras a las bacanales se fue a comer, beber, hablar y divertirse en honor al dios Baco pero en cuanto una sacerdotisa suya, Pacunia Annia, queriendo ponerles candela las convirtió en orgías comparables a las dionisiacas de los griegos, todo se descompuso.

A partir de entonces, el ritual báquico se consumó bajo las sombras de la noche, cinco días al mes y teniendo como protagonistas a todo el que quisiera asistir sin importar sexo (hijos incluidos), raza ni credo.

Es decir, que de las incontaminadas bacanales entre mujeres para disfrutar de los placeres epicúreos y hedonistas sin mayor connotación sexual, los romanos muy pronto escalaron el festejo a nivel de orgía dionisiaca (dios Dionisio, equivalente griego al dios Baco, romano) y el mundo se jodió.

Y bueno, hasta la palabra misma porque el propio DRAE le da hoy como tercera acepción a «bacanal» la de «orgía» cuando en la antigua Roma este vocablo ni existía.

Así las cosas, el desenfreno llegó al clímax teniendo como principal invitado el sexo grupal donde bajo los auspicios del alcohol, los opíparos banquetes, la corrupción y la criminalidad, todo se valía.

Hasta que, escandalizadas por tanta inmoralidad, las autoridades romanas emprendieron la que sería su primera persecución religiosa como imperio para ponerle brida al paganismo y meter en cintura a los incondicionales de Baco.

En la época de Constantino, siglo IV, el Imperio Romano, abrazado ya por la religión cristiana, fue irónicamente el que más condenó el libertinaje sexual de aquella sociedad al punto de modificar su conducta castigando con la muerte, entre otras medidas, a las mujeres adúlteras.

Cuando uno ve toda esta perversidad en una sociedad que, a su vez, contribuyó al desarrollo del derecho, el arte, la tecnología, la literatura, el cristianismo y hasta el nacimiento de varios idiomas, los números simplemente no dan. Y no dan.

¿Por qué? La respuesta pareciera estar en esta famosa frase de Rousseu: “El hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe”.

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