Es momento de actuar: el Banco Central debe reducir ya la tasa de interés
Instamos respetuosamente al Banco Central de Costa Rica (BCCR) a reducir su tasa de política monetaria (TPM), fijada desde hace nueve meses en un 4% anual. Lo hacemos con espíritu constructivo, conscientes de los desafíos de la política económica, pero también del deber de reaccionar ante una realidad evidente: mantener una TPM elevada, en un entorno de inflación negativa y desaceleración productiva, es cada vez más difícil de justificar.
Reconocemos que en 2022 el BCCR actuó con determinación frente al brote inflacionario. El ajuste de la TPM hasta un 9%, sumado a medidas complementarias, logró su propósito: devolver la inflación a niveles bajos. Sin embargo, el éxito de aquella estrategia exige ahora una respuesta simétrica. La inflación se ha desvanecido, y el contexto actual exige que la política monetaria deje de ser contractiva. No ajustar la TPM oportunamente socava tanto la recuperación económica como la credibilidad institucional.
Desde hace más de un año, el país convive con cifras de inflación negativas. A junio de 2025, la inflación interanual fue de -0,22 %, y la acumulada del año es aún más baja: -0,83 %. Son más de dos años de una inflación interanual por debajo del rango meta del propio Banco Central. No se trata ya de una desviación transitoria respecto a la meta del 3 %, sino de un estancamiento que debilita la flexibilidad futura del Banco Central, enfría las expectativas inflacionarias más allá de lo deseable, y le resta credibilidad al BCCR. Lo han advertido ya organismos como la OCDE y el FMI: mantener la TPM en su nivel actual es inconsistente con el marco de metas de inflación que Costa Rica adoptó desde 2018.
El objetivo no es estimular artificialmente la demanda, sino restablecer el equilibrio: si la inflación está controlada, la tasa de política monetaria también debe normalizarse. El rango coherente con la meta sería una TPM cercana al 3 %. En lugar de eso, la TPM se mantiene excesivamente alta en términos reales, lo que afecta el costo del crédito, desalienta la inversión y pone en riesgo una recuperación que ya muestra signos de fatiga.
El deterioro es visible. El IMAE, que crecía al 4,9 % interanual en junio de 2024, cayó al 4,2% en mayo de 2025. Más aún si vemos el raquítico crecimiento en el régimen definitivo de solo 1.9%. El desempleo, que había bajado con fuerza, se ha estancado alrededor del 7 %, con brechas preocupantes entre hombres y mujeres. ¿Podemos darnos el lujo de sostener una política restrictiva cuando el crecimiento pierde fuerza y la inflación es prácticamente nula?
Sabemos que el contexto internacional plantea riesgos. Pero los argumentos recientes del BCCR —como los aranceles estadounidenses o la tensión en Medio Oriente— han perdido peso: los conflictos se han moderado, los mercados se estabilizaron, y los precios internacionales del petróleo han retrocedido. La incertidumbre, aunque inherente a la economía, no puede usarse como justificación permanente para la inacción. Lo que sí debe preocupar es la desconexión entre la postura del Banco Central y la realidad doméstica. Especialmente cuando la Reservas Monetarias Internacionales son casi excesivas, en torno a los $15.000 millones.
Mientras la Reserva Federal enfrenta una inflación persistente y un mercado laboral recalentado, Costa Rica vive el escenario inverso: inflación por debajo de cero y desempleo elevado. El BCCR no debe replicar mecánicamente lo que otros bancos centrales hacen. Debe responder a las condiciones locales. Hoy, esa respuesta es clara: es urgente reducir la TPM.
Postergar el ajuste solo acentúa los riesgos. Desaceleración económica y elevadas tasas de interés dificultan mantener la calidad del crédito nacional a mediano plazo. Aún si algunos de los riesgos externos que el Banco Central advierte se materializarán, eventualmente, en una subida de precios, no amerita endurecer aún más la política monetaria. Sería castigar dos veces a los consumidores y deudores con precios más altos y con créditos más caros. El instrumento monetario debe ser flexible, no dogmático.
Por eso, el Banco Central debe retomar el camino de la reducción de tasas. Una baja de al menos 25 puntos base, y preferiblemente de 50 puntos base, sería un paso responsable y oportuno. No comprometería la estabilidad de precios ni del tipo de cambio, pero sí contribuiría a sostener la producción, proteger el empleo y recuperar el dinamismo perdido.
Si las circunstancias internas de la economía de Costa Rica señalan con claridad la conveniencia de bajar las tasas de interés para no desestimular la expansión de la producción, el BCCR debe hacerlo, sin perjuicio de actuar en el futuro si las circunstancias lo llegaren a exigir también. Los instrumentos de política están para ser usados con criterio, no para mantenerse fijos por inercia. Actuar ahora no solo es lo correcto. Es también lo más prudente.