Excusas y razones de nuestros resultados educativos
"¿Están tratando de entender qué es lo que pasa o están tratando de encontrar a alguien a quién culpar?", preguntó recientemente el novelista egipcio, Ezzedine Fishere, a propósito de otro tema más candente (conflicto en Medio Oriente).
La misma pregunta cabe sobre nuestro resultados educativos: ¿Estamos tratando de encontrar excusas o de buscar las razones? Si la búsqueda de razones nos ayuda a encontrar soluciones, la búsqueda de excusas nos aleja de las mismas.
El último Informe sobre el Estado de la Educación (Estado de la Nación, 2023) y las últimas pruebas PISA (OCDE, que miden las habilidades en matemáticas, ciencias y lectura para jóvenes de 15 años de más de 80 países), volvieron a desnudar nuestro fracaso educativo.
Entre los países punteros y en nuestro, hay diferencias abismales. Estos resultados muestran que nuestro jóvenes de 15 años, quedan muy por debajo en lógica matemática, científica y de lectura.
Aun sin contar las evaluaciones del 2022 (publicadas en 2023), y solo tomando en cuenta las anteriores (2018 o 2010), para no sesgarlas con los efectos del parón educativo del año 2018 (huelga del Magisterio) o de los años 2020 y 2021 (Pandemia de Covid-19); lo cierto es que ha caído significativamente la calidad de nuestra educación.
¿A qué se debe? Y si nos comparamos con nosotros mismos, ¿a qué se debe que Costa Rica haya caído desde 2010 hasta el último informe?
Los dirigentes político-educativo tenderán a echarle la culpa a causas ajenas a sus responsabilidades actuales. Los argumentos gremiales tenderán a destacar las diferencias que atribuyen nuestro fracaso relativo a causas exculpatorias a su papel en el sistema educativo.
Ambos grupos, aunque por distintos motivos, buscan excusas. Las hay para todos los gustos. Están:
- Las excusas económicas: a) El financiamiento educativo. Dirán, por ejemplo, que aunque la inversión en educación como porcentaje del PIB es alta y que aunque el gasto en educación como porcentaje del gasto público está entre los más altos del mundo (en 2018 era el más alto), el monto absoluto es menor que el de los países desarrollados; b) dirán que nuestro ingreso per cápita (en términos PIB) es más bajo que el de esos países. Habrá quienes le echarán las culpas c) a nuestro modelo económico dizque capitalista, a pesar de que los países punteros en educación son precisamente los más capitalistas (medidos por los índices de libertad económica) y no precisamente los más socialistas.
- Las excusas sociales: dirán, por ejemplo, que la causa de nuestro rezago educativo está en: a) la falta de igualdad de ingresos en Costa Rica (medida por coeficiente GINI); b) en el nivel de pobreza relativa; c) en el porcentaje de jóvenes migrantes (o hijos de migrantes);
- Las excusas culturales y políticas: dirán, por ejemplo: a) que la causa es la cultura o religión predominantes; o b) que la causa está en nuestro modelo político vigente (democrático, frente los autoritarios como los de Cuba, Venezuela o Nicaragua).
No dudo que todas ellas alguna influencia tendrán en nuestro retroceso educativo, pero todas ellas nos desenfocan del problema. Como toda gran mentira está fundada en una parte de verdad que la hace creíble (la expresión es de Cicerón), es cierto que el gasto en educación juega un papel y que la pobreza y desigualdad sociales, también impactan nuestros resultados educativos, pero ambas no explican fehacientemente los resultados. En primer lugar, porque hay países más pobres (en términos per cápita) y que invierten menos en educación que lo hacen mejor que nosotros. En segundo lugar, porque si nos comparamos con nosotros mismos, no salimos bien librados. La escolaridad aumentó mucho más cuando aumentaba mucho menos el gasto educativo (del 2000 al 2008, por ejemplo), que cuando este se disparó (en términos absolutos y relativos, del 2008 al 2018). Las calificaciones PISA fueron mejores en el 2010 (cuando invertíamos cerca del 5% del PIB) que en el 2018 (más del 7% del PIB). Hoy hay más profesores por alumno que hace 12 años, y mucho menos que hace 20 o 40 años. Hoy hay grupos de clase más pequeños y hay más apoyo a los programas educativos para estudiantes con dificultades de aprendizaje que en el pasado.
Por supuesto quetodo ello hay que mejorarlo y que estamos lejos de tener las mejores condiciones de infraestructura y apoyo educativos, pero no desenfoquemos el problema.
La madre del cordero, habremos de buscarla: 1) en nuestro modelo educativo; 2) en la degradación de las evaluaciones (prácticamente inexistente para profesores y alumnos con la eliminación del bachillerato); 3) en la calidad de nuestros profesores; 4) en la burocracia y excesivo poder gremial sobre nuestro sistema educativo.
No se me malentienda, los gremios y sindicatos tienen un papel constitucionalmente garantizado para resguardar los derechos económicos y sociales de sus asociados. El problema es cuando les asignamos funciones decisivas en la operación del modelo.
El centro y la razón de ser de la Educación es el estudiante; pero sin profesores preparados, dignificados y comprometidos en la enseñanza, el objetivo no se alcanza. Para ello, no necesitamos encontrar genios o diamantes en bruto. Necesitamos seres humanos capacitados y dispuestos a enseñar mejor.
El cambio más significativo en educación, no puede venir por más inversión (ya estamos cerca del límite de las posibilidades fiscales), sino por un cambio en la forma en que la abordamos y educamos. Debemos dar más poder en el aula a los maestros y profesores, más poder en los centros a los directores y padres de familia, más poder al Consejo Superior de Educación y menos poder a los gremios y a los Ministros. Es necesario desconcentrar mucho más y otorgar mucho más autonomía a los centros educativos, apostarle más a las tecnologías; concentrarnos en alcanzar las metas y menos en los procedimientos; más en la enseñanza y menos en el papeleo.
El éxito educativo no depende principalmente del tamaño de las aulas, ni de tutorías individuales, ni de asistentes de enseñanza, ni siquiera de nuevos edificios, equipos o adecuaciones curriculares. Depende mucho más de la capacidad de retroalimentarnos de los estudiantes, de las estrategias de grandes metas de conocimiento, del aprendizaje en grupos colaborativos. Y puestos a escoger, de buenos maestros. De profesores empoderados, con mayor autonomía para alcanzar las metas educativas. Menos instrucciones y papeleo, mayor poder en las aulas y responsabilidad por los resultados.
Los grandes maestros no nacen, se hacen; nos recuerdan las investigaciones más recientes (ver el resumen sobre el tema del Economist, junio 11, 2016). Es verdad que las capacidades innatas o una tradición familiar ayudan, pero no son lo esencial. Las maneras de enseñar mejor, pueden ser transmitidas y aprendidas.
Más importante que enseñar matemáticas, física, español, inglés o estudios sociales, lo esencial es enseñar a los estudiantes el "cómo" aprender cada una de esas materias. Más importante que responder al "qué" es responder al "por qué" y al "cómo".
Dejemos a un lado las excusas.