¿Felicitó a todas sus madres? ¡Él fue de “mama en mama” para dar gracias!
Cuando el autor investigó a todas sus antepasadas llegó hasta una india huetar
El martes reciente celebramos el Día de las Madres, las que viven y las que ya se fueron, cosa nada fácil si tenemos en cuenta que nuestra línea mitocondrial -nuestras antepasadas por estricto orden femenino, de mama en mama- debería llegar en teoría hasta la bíblica Eva, la madre de todas las madres.
Por traerme al mundo, yo empecé el día agradeciendo a mi mama Arabela, que todavía vive y festeja. Y siguiendo el orden mandé recuerdos al cielo a mi difunta abuela Belisa, a mi bisabuela Leona Rojas Arce -la partera de Zarcero, que en paz descansa- y a mi tatarabuela Magdalena Arce Alfaro, que en gloria está.
Y en esa línea mitocondrial siguen los agradecimientos para mi cuarta abuela Dolores Alfaro Vásquez, hija de Mercedes Vásquez Arias, hija de Juana Ventura Arias Carbonero, hija de Juana Paula Carbonero Loría, hija de Petronila Loría Solera, hija de Florencia Solera Córdoba, hija de doña Manuela Córdoba casada con el viejillo don Juan Solera, allá por los años 1720.
Hasta Manuela Córdoba y don Juan Solera, que vivían por Alajuela, llego por documentos, pero el examen de mi ADN llega más atrás: dice que mi línea mitocondrial pasa por una india, posiblemente huetar, cuyos antepasadas poblaron el continente hace miles de años, provenientes de Mongolia. Viejas valientas y pata caliente que cruzaron en canoa o caminando el estrecho de Bering.
Del lado paterno
Por el lado de mi tata, don Isidro, debo darle gracias también a mi finada abuela Salvadora Bolaños Palma, hija de Luisa Palma Esquivel, hija de Sinforosa Esquivel Solórzano.
Sinforosa era hija de Raimunda de Jesús Solózano, hija de Antonia Solózano Saborío, hija de María Josefa Saborío Conejo, hija de doña Mariana Conejo casada en Heredia con el capitán José Antonio Saborío Segura a mediados de los años 1700. De doña Mariana Conejo para atrás no he podido averiguar cómo es el asunto.
Mi madrina y otras más
La que me llevó a la pila, para que me bautizara el padre Sancho en San Carlos, fue doña Vicky Hidalgo Quirós, mi magnífica madrina, que también todavía vive y festeja. Muchas gracias a ella.
Y gracias infinitas también a todas las doñas parientas, vecinas, amigas, que se han comportado como mamas en diferentes etapas de mi vida.
La lista sería muy larga, pero menciono tres finadas: Lebana de Pardo, mi mamá postiza en el kibbutz Sdot-Yam en Israel, que se fue al cielo insistiendo y esperando que me casara. Y a deoña Isabel Salgado de Echeverría y doña Elena Villalobos, que me aguantaron como estudiante revoltoso en mis años de universidad, y muchas más encantadoras etcéteras.
Sí, esto de enviar felicitaciones en el Día de la Madre es más complicado de lo que parece. Mama sólo hay una, pero también mamas son muchas otras.