La agonía del modelo económico costarricense
Durante los últimos 45 años, el modelo económico de Costa Rica se ha sostenido principalmente por la apertura comercial, privilegiando la expansión de las exportaciones y la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED).
En la década de los ochenta del siglo pasado, Estados Unidos, abanderado del libre comercio, implementó la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, permitiendo a los países centroamericanos y caribeños exportar sin aranceles a su mercado. Este plan comercial impulsó significativamente el crecimiento de la región y, posteriormente, en el siglo XXI, fue remplazado por el Tratado de Libre Comercio, un acuerdo más amplio y profundo.
En el frente interno, a partir de los años ochenta, Costa Rica inició una política de apertura hacia mercados externos, respaldada por organismos internacionales. Ese proceso incluyó la reducción de aranceles, el otorgamiento de incentivos a los exportadores de bienes no tradicionales, como exoneraciones y, en sus inicios, subsidios. Además, se corrigió la política cambiaria que hasta entonces perjudicaba a las exportaciones. Ese proceso auspició el abandono del proteccionismo y del modelo de sustitución de importaciones.
Todo el andamiaje se complementó con una política activa de atracción de IED, en especial hacia las zonas francas, donde la exoneración de impuestos continúa siendo un atractivo clave.
Sin embargo, estas medidas, aunque definieron el modelo de crecimiento orientado a la apertura económica, no han sido suficientes para crear una economía robusta. Los intentos de fortalecer el modelo con políticas de mejora de la productividad han sido limitados. Cuando se aprobó el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, surgió una "agenda paralela" para mejorar la productividad, sobre todo en los sectores más rezagados, pero su ejecución fue escasa y débil.
Las políticas públicas para impulsar la productividad económica se han quedado mayormente en el papel. El Ministerio de Agricultura no ha desempeñado un rol decisivo en el aumento de la productividad de los pequeños agricultores y el Ministerio de Economía tiene poca incidencia sobre las pequeñas empresas. La mejora regulatoria avanzó en el gobierno de Miguel Ángel Rodríguez (1998-2002), pero perdió impulso rápidamente. Además, la formación educativa orientada al trabajo sigue siendo insuficiente. Las carencias de las políticas públicas para el desarrollo económico con equidad son notorias y persistentes.
En resumen, el motor de las exportaciones e IED ha sido clave en el desarrollo costarricense, pero las debilidades de las políticas complementarias han limitado el desarrollo inclusivo y sostenible.
Recientemente, el modelo recibió dos golpes especialmente duros:
- Apreciación del colón: La apreciación del colón frente al dólar en los últimos años ha mermado la competitividad internacional de Costa Rica. Mientras las exportaciones del Régimen de Zona Franca han mostrado resiliencia, las del Régimen Definitivo (en especial las agropecuarias) y el turismo, reflejan claros signos de estancamiento y retroceso. La apreciación cambiaria responde a múltiples causas: mayores flujos de divisas privadas, financiamiento externo del déficit del Gobierno Central y una tasa de interés de política monetaria más alta de lo necesario para el objetivo inflacionario. Es decir, tanto la política fiscal como la monetaria han contribuido a este fenómeno.
- Retorno al proteccionismo de EE.UU.: Estados Unidos, antes adalid del libre comercio, optó recientemente por una postura proteccionista —incluyendo la imposición de aranceles que afectan las exportaciones costarricenses y reducen el atractivo del país para el establecimiento de empresas extranjeras. Al momento de escribir este artículo, el arancel impuesto por Estados Unidos a Costa Rica era del 15%, mayor al 10% anunciado en abril y mayor al 10% que recaerá sobre Guatemala, El Salvador, Honduras, Panamá y República Dominicana.
Sin duda, el arancel establecido por Estados Unidas contra Costa Rica constituye un fuerte golpe para el esfuerzo exportador y para el modelo de desarrollo basado en exportaciones e IED. El hecho de que este arancel sea mayor en comparación con otros países vecinos hace que el golpe sea más fuerte.
En los últimos días, algunas empresas establecidas en el Régimen de Zonas Francas han anunciado la reducción de sus operaciones o la salida del país. Sería de esperar que los efectos negativos se observen con mayor profundidad en los próximos años cuando las empresas ya instaladas o por instalarse en el país deban tomar sus decisiones. Esta situación compleja nos sorprende en un momento cuando la principal agencia promotora del país (CINDE) fue marginada por el actual gobierno del proceso de atracción de IED, a pesar de su historial exitoso.
Estos tres factores —la ausencia de una agenda paralela efectiva, la apreciación del tipo de cambio y los aranceles de Trump — ponen al modelo de apertura económica en una situación de agonía.
Frente a esa agonía, podría surgir la tentación de recomendar un modelo de desarrollo "hacia adentro". Sin embargo, la escala reducida de la economía costarricense limita esa posibilidad. Eso no quiere decir que deba abandonarse cualquier intento de mejorar la producción para el mercado local. Por el contrario, se debe fortalecer la productividad de las pequeñas empresas nacionales en agricultura, industria, comercio y servicios.
Si bien los mercados externos no se han perdido completamente, sí presentan mayores dificultades, especialmente Estados Unidos. Por eso es fundamental diversificar mercados y mejorar la productividad del sector exportador para mantener la competitividad.
Es imperativo rediseñar la política macroeconómica —fiscal, monetaria y cambiaria—con el objetivo de no restar competitividad al sector productivo nacional y evitando convertirla en fuente de subsidios para sectores específicos.
Costa Rica enfrenta el reto de repensar su modelo de desarrollo, adaptándolo a las nuevas circunstancias internas y externas. Al actual gobierno le resta poco tiempo y no parece dispuesto e interesado en encarar este desafío. Será tarea del próximo gobierno forjar consensos y evitar la polarización para sentar las bases de un desarrollo más resiliente e inclusivo.