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¡Con Celidonia Ruiz mejor ni se metan!

Una de mis bisabuelas desciende nada menos que de Celidonia.

Por Patricia León-Coto | 11 de Sep. 2016 | 5:36 am
A inicios del siglo 18, una de mis antepasadas se agarró a machetazo limpio con su vecina.

A inicios del siglo 18, una de mis antepasadas se agarró a machetazo limpio con su vecina.

Celidonia Ruiz le rajó la cabeza a su vecina Juana Calderón de un solo y soberano machetazo y por ese motivo quedó inscrita en los protocolos de hechos sangrientos de la Costa Rica colonial, reservados normalmente para varones pleiteros, como ya hemos visto y comprobado en algunas de estas verídicas y jamás contadas historias.

Las referidas señoras se trabaron en feroz y desigual combate "a orillas del río La Lajuela", que pudiera ser el mismo río Ciruelas que conocemos hoy. Hacía calor la mañana del viernes 21 de abril de 1730. Las chicharras y los pájaros gritaban a todo pulmón, pidiéndole aguas al cielo….

Doña Celidonia Ruiz Morera, de abolengo criollo, descendiente de conquistadores y fundadores, se había casado con el capitán Dionisio Castro Vásquez, recién llegado de "los reinos de Galicia" en España, según el acta de matrimonio del  21 junio 1728, firmada en la iglesia de Barba de Heredia y conservada en el Archivo Eclesiástico de San José.

Pues bien. El expediente de este singular pleito está guardado en el Archivo Nacional y dice que Celidonia -de 26 años- se dedicaba a las pacíficas y tranquilas labores domésticas, "los oficios de su sexo" en palabras del escribano.

Un pleito de película

En aquellos mujeriles menesteres ocupaba la mañana doña Celidonia, cuando sintió olores y ruidos extraños. Salió a ver qué ocurría y resultó que su vecino, Juan Miguel Carbonero, estaba quemando rastrojos -preparando el terreno para sembrar frijoles y maíz, según dijo-.

Isidro Sánchez

El autor es periodista y aficionado a la Genealogía.

El fuego se le descontroló, cruzó a la propiedad de los Castro y a duras penas pudo ser apagado antes de que incendiara su casa.

Muy agitada por el susto, Celidonia reprocha al vecino por el peligroso y sospechoso descuido y entonces aparecen -bien armadas de garrotes- tres mujeres de la familia de Carbonero, entre ellas Juana Calderón, dueña de la propiedad contigua, quien mantenía un viejo litigio con Dionisio y Celidonia.

Juana Calderón y su marido, el alférez Matías Avendaño -25 años y fabricante de tejas- reclamaban desde hacía dos años la propiedad de los Castro, mientras Dionisio y Celidonia aseguraban que el sitio era de tierras realengas. El diferendo había agriado las relaciones de las dos familias al punto de llegar, en escritos y contraescritos, hasta los tribunales de la gobernación en Cartago.

Así las cosas, Juana y sus dos parientas ingresan armadas de estacas a la propiedad. Celidonia corre a refugiarse en su casa, pero las agresoras la alcanzan antes de entrar y la cierran a patadas y garrotazos.

Cuando ya le tenían un brazo quebrado y parecía que la iban a rematar, llega de pronto la india Efigenia Durán, de 16 años, sirvienta de los Castro, quien con un tizón que traía defiende a su patrona, momento que Celidonia aprovecha para escabullirse, agarrar un machete e iniciar el contraataque, mandándole un certero cuchillazo a Juana Calderón, que la alcanza en el medio de la cabeza.

Al ver la sangre, el machete y la tan tremenda como inesperada furia de Celidonia, las atacantes tocan retirada y cuando las autoridades, llamadas de emergencia, arriban al sitio, encuentran a Celidonia con un brazo ya entablillado y, del otro lado de la cerca, a la Juana en su cama con la cabeza envuelta en trapos.

Y vino el juicio…

La información levantada por el escribano dice que la india Apolonia Parra, de 50 años y la mulata Felipa Zúñiga de 27, testifican que estando del otro lado del río oyeron "vocerío de mujeres en el cercado" de Dionisio Castro y que vieron a "doña Celidonia Ruiza agarrada con Juana Calderón y atrás su hija Gertrudis Avendaño y su prima la Chepa Muñoz -casada con Carbonero- que daban de palos a Celidonia".

En presencia de la autoridad, doña Celidonia acusa formalmente a su vecino Carbonero de incendiario y al marido de Juana, el tejero Avendaño, de haber visto la pelea de larguito, sin haber tenido ninguno de los dos "acción de hombre" para evitar la riña.

Por su lado, el gallego Dionisio Castro y sus cuñados Ruiz Morera, aseguran que las de Avendaño claramente iban "con ánimo de matar" y que las tres hubieran "ejecutado" a Celidonia si esta no se hubiera defendido "tan varonilmente".

A los pocos días, el juez de Cartago, don Juan Ibarra, embarga los bienes de Avendaño y el 23 de junio de 1730 dicta sentencia: a Juan Miguel Carbonero -por incendiario- lo destierra a la remotidad de Matina, en el Caribe, de donde volverá si sobrevive a los zancudos del paludismo y a los ataques de los piratas ingleses y sus aliados los zambos misquitos, que llegaban casi todos los años a robarse el cacao.

Al tejero Avendaño por no detener el bochinche, lo condenan a vender su terreno a Dionisio y Celidonia en 283 pesos, pagaderos en el término de un año "con productos que da el país" a falta de moneda.

Según otro documento guardado en el Archivo Nacional, el 6 de agosto siguiente Matías Avendaño compra "casa y solar" en el Valle de Aserrí, "entre los ríos Tiribí y María Aguilar", posiblemente un lugar con buen barro y facilidades para  instalar un horno y una nueva fábrica de tejas.

Pero, sobre todo, un lugar bien lejos de Celidonia Ruiz, debe haber dicho la convaleciente Juana Calderón.

¿Y a las mujeres no las juzgaron? Pues a las tres mujeres involucradas en la paliza ni las juzgaron ni las castigaron. Cosas raras del derecho colonial.

Celidonia sobrevivió y tuvo descendencia. Una de mis bisabuelas paternas, María del Rosario Bolaños Arce -doña Chayito Bolaños de Santo Domingo de Heredia- era tataranieta de Blas Castro Ruiz, uno de los hijos de Dionisio Castro Vásquez y Celidonia Ruiz Morera.

La bisabuela Chayito, según cuentan en la familia, era una viejita dulce, muy calmada y muy señora de su casa. Pero es que ella nunca tuvo que lidiar con una vecina llamada Juana Calderón.

 

 

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