La guerra silenciosa de los chips: cómo EE. UU. y China se disputan el futuro de la IA
Esta semana, Malasia anunció que exigirá permisos previos para exportar o transitar chips de inteligencia artificial (IA) de origen estadounidense. La medida, según el Ministerio de Comercio, busca cerrar vacíos regulatorios y evitar el uso indebido de esta tecnología. Pero el contexto va mucho más allá.
La decisión refleja las presiones de Estados Unidos para frenar el flujo de tecnología hacia China y convertir a terceros países en piezas clave de una guerra silenciosa pero intensa: la carrera global por el control de los semiconductores avanzados que hacen posible la inteligencia artificial.
¿Qué es la guerra de chips de IA?
La inteligencia artificial requiere enormes cantidades de poder de cálculo. Para lograrlo, los sistemas se entrenan con unidades de procesamiento gráfico (GPU) de alto rendimiento. Estos chips especializados permiten que modelos como ChatGPT o sistemas de reconocimiento de imágenes funcionen.
Estados Unidos considera que el acceso de China a estos chips puede cerrar la brecha tecnológica y, eventualmente, militar. Por eso ha impuesto restricciones para impedir que empresas chinas adquieran tecnología clave. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), quien domine el desarrollo de chips de IA liderará el campo tecnológico y tendrá ventajas geopolíticas cruciales.
Cronología reciente del conflicto
- Octubre de 2022: EE. UU. prohibió exportar chips avanzados y equipos de fabricación a China. El objetivo era impedir el desarrollo de supercomputadoras chinas capaces de procesar IA a gran escala.
- Octubre de 2023: Washington endureció sus controles técnicos eliminando ciertas excepciones, agregó a varias firmas chinas emergentes a su lista de entidades restringidas y limitó la combinación de chiplets, una técnica que facilitaba el ensamblaje de chips complejos en China.
- Enero de 2025: Antes de dejar la presidencia, Joe Biden propuso un nuevo marco para equilibrar seguridad y negocios. La medida no prosperó.
- Abril de 2025: Trump prohibió la venta de chips H20 de Nvidia y MI308 de AMD a China. Las empresas estimaron pérdidas multimillonarias.
- Mayo de 2025: El Departamento de Comercio suavizó estas restricciones y propuso directrices no vinculantes. La decisión coincidió con una tregua comercial de 90 días entre ambas potencias.
- Julio de 2025: Malasia introdujo controles de exportación. China, por su parte, flexibilizó sus restricciones a las exportaciones de tierras raras, insumo crítico para fabricar chips. Nvidia anunció que podrá solicitar licencias para vender nuevamente a China.
Estrategias de Estados Unidos
Desde 2019, EE. UU. aplica una estrategia de doble vía: frenar el acceso de China a chips avanzados y fortalecer su producción nacional. Bajo la Ley CHIPS de 2022, destinó más de $280.000 millones a la investigación y fabricación de semiconductores. También ha coordinado con aliados como Japón, Países Bajos y Corea del Sur para limitar la venta de equipamiento crítico a China.
A nivel comercial, Washington ha amenazado con imponer aranceles a países que faciliten el acceso de China a esta tecnología. Malasia, por ejemplo, recibió advertencias de aranceles del 25% si no implementaba medidas de control.
La respuesta de China
China ha apostado por buscar la autosuficiencia tecnológica. Su gobierno ha invertido en startups y grandes corporaciones locales para reemplazar los chips occidentales.
Por ejemplo, Biren Technology, creada con apoyo estatal, busca fabricar GPUs que compitan con Nvidia. China también ha intensificado su investigación básica. Según la Universidad de Georgetown, ya publica más investigaciones sobre diseño y fabricación de chips que EE. UU. Además, universidades chinas trabajan en transistores más rápidos que los actuales y exploran tecnologías alternativas como los nanotubos de carbono.
En el plano diplomático, China ha denunciado ante la OMC las sanciones estadounidenses.
El papel de las tecnológicas
Nvidia se ha convertido en el emblema de la guerra de chips. Sus GPU son las más codiciadas para entrenar modelos de IA. Tras las restricciones de abril, la empresa presionó al gobierno de EE. UU. y obtuvo una apertura limitada en julio. Su CEO, Jensen Huang, afirmó que atender al mercado chino es esencial, ya que cerca de la mitad de los investigadores en IA están en ese país.
AMD, en situación similar, calculó pérdidas de hasta $5.500 millones por las restricciones. Otras empresas, como Intel y Qualcomm, también observan con cautela las tensiones, mientras que fabricantes como TSMC y Samsung enfrentan restricciones en sus operaciones en China.
En el otro extremo, Huawei ha relanzado productos con componentes cada vez más nacionales, y startups como DeepSeek han presentado modelos de IA comparables con los desarrollos occidentales.
Implicaciones globales
El control de los chips de IA no es solo una cuestión comercial: redefine el equilibrio de poder global. Los aliados de EE. UU. colaboran en el bloqueo tecnológico, pero también protegen sus propios intereses. La Unión Europea impulsa su Ley de Chips para reducir la dependencia de Asia y EE. UU., pero mantiene vínculos comerciales con China.
En países intermedios como Malasia, la presión de ambas potencias los obliga a tomar decisiones difíciles. Alinearse con una potencia puede significar exclusión de la otra. La decisión de Kuala Lumpur de exigir permisos de exportación ilustra la tensión en la que viven estos países.
Según los analistas del CSIS, un aislamiento tecnológico efectivo podría dar a EE. UU. una ventaja de corto plazo. Sin embargo, también puede llevar a la creación de dos ecosistemas de IA separados, incompatibles y con normas propias. Esta fragmentación del espacio digital podría afectar desde la innovación hasta la gobernanza de la inteligencia artificial.