El segmento de micro y pequeñas empresas (mypimes) tiene características que hacen difícil su acceso al crédito. Específicamente, con frecuencia no tienen estados financieros auditados –o no tienen registros contables del todo-, no cuentan con suficientes activos fijos para dar en garantía y tienen un tamaño relativamente pequeño de operaciones crediticias. Estas características aumentan el riesgo percibido de los créditos y el costo de atender a estas empresas.
Aunque en el Costa Rica se han establecido diversos programas con la intención de atender a las mipes, los resultados son todavía limitados y podrían evidenciar algunos problemas de diseño y de aprendizaje. El Sistema de Banca de Desarrollo (SBD) es el esfuerzo más estructurado, al menos en cuanto a la cantidad de fondos, para apoyar a las mipymes pero todavía el saldo de colocaciones es muy bajo.
La ley que da origen al SBD refleja que persiste, al menos en los legisladores, la visión tradicional de que atender a este segmento de empresas es sinónimo de dirigir el crédito y de ofrecer crédito barato. Esto, por cuanto, la ley establece la fijación de tasas de interés y/o de márgenes de intermediación, lo cual puede convertirse en una limitación al financiamiento a las mipes ya que, como se señaló, es un segmento caro de atender.
Aunque el nivel de colocaciones del SBD es bastante bajo en relación con los montos disponibles de los tres fondos que integran el sistema, llama la atención que las entidades microfinancieras han sido, después de los bancos estatales, los operadores más importantes en la canalización de los fondos.
Las microfinancieras usan metodologías de evaluación y seguimiento de los clientes distintas a las usadas por la banca tradicional. Reconocen las particularidades de las empresas micro y pequeñas mencionadas anteriormente y, por ello, les dan acceso a crédito que de otra forma no siempre sería posible tener. Usualmente, además, cobran tasas de interés que les permite a los operadores financieros cubrir los costos de atender a estas clientelas.
De aquí que es importante evaluar en los próximos años la conveniencia de eliminar la fijación de las tasas de interés o márgenes de intermediación fijados en los créditos directos o de segundo piso de los fondos del SBD, si se determina que limita el financiamiento a este segmento de deudores.
También sería valioso dedicar recursos del SBD a la capacitación y fortalecimiento de los operadores financieros para aplicar la metodología de microfinanzas ya que este aprendizaje es costoso y de difícil apropiación por parte quienes las utilizan.
Recientemente, además, el Consejo Nacional de Supervisión del Sistema Financiero aprobó una regulación prudencial diferenciada para los operadores del SBD que busca reflejar los elementos diferenciadores de la metodología. Esta es una condición necesaria pero no suficiente dado que también se requiere que los supervisores conozcan y entiendan la forma particular en que se aplica esta metodología. De lo contrario, en la práctica se podría perpetuar el sistema de supervisión no diferenciada.
El acceso al crédito de las empresas que hoy no lo tienen es un reto enorme y, si bien hay leyes y programas que buscan enfrentarlo con abundantes recursos como es el caso del SBD, es necesario evaluar en los próximos años si el diseño de los instrumentos y las condiciones son las que se requieren para desatar el nudo gordiano.
Edna Camacho