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Fenómeno Sinfonola: El poderoso mensaje de un sacerdote ante la subasta de frecuencias

Por Mauricio León | 25 de Nov. 2025 | 10:11 pm

El sacerdote católico Glen Gómez, quien también se desempeña como el encargado de comunicación de la Conferencia Episcopal, señala quiénes son los verdaderos perjudicados por la gran cantidad de radioemisoras que no participaron en la subasta de frecuencias realizada por la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel).

El proceso, que finalizó el pasado viernes 21 del presente mes, hizo que varias emisoras se pronunciaran y dieran a conocer que no presentaron ninguna oferta debido a los altos precios, por lo que, en caso de que la licitación continúe, se quedarían sin una frecuencia por la cual transmitir.

Radio Sinfonola es una de estas emisoras que no pujaron en la subasta y durante el fin de semana emitieron un mensaje en el que le explicaban a sus oyentes los motivos por los que tomaron esa decisión.

Según enfatizó Gómez, los más perjudicados por la disminución de emisoras disponibles afecta principalmente al público, quienes se quedan con menos opciones para recibir información, entretenerse y demás funciones que cumple la radio.

Mensaje de Glen Gómez

La discusión sobre la subasta de frecuencias de radio y televisión en Costa Rica ha sido presentada como un asunto eminentemente técnico: un reordenamiento necesario, un mecanismo para corregir inequidades históricas y una forma de asegurar que quienes operan un bien público paguen por él lo que corresponde. El argumento institucional es claro: durante décadas, los concesionarios han aportado menos de lo debido y el Gobierno quiere modernizar el modelo.

Sin embargo, el debate se ha mantenido en un plano de frialdad jurídica y ahora política. Cuando la conversación pública se reduce a expedientes, montos y cronogramas administrativos —o, peor aún, a confrontaciones entre actores poderosos— se pierde de vista lo esencial.

En este escenario surge un episodio inesperado que podríamos llamar el "fenómeno Sinfonola". La emisora, orientada principalmente a adultos mayores, comunicó que no podría participar en la subasta debido a los altos montos propuestos. Bastó esa declaración, dicha con sencillez y sin grandes estrategias políticas, para generar una oleada de apoyo que ningún partido político y ningún grupo empresarial mediático había provocado. La pregunta es inevitable: ¿por qué Sinfonola, y por qué ahora?

En primer lugar, Sinfonola representa algo que se percibe como escaso en la discusión pública contemporánea: proximidad emocional. No es un medio que se identifique con intereses políticos ni con agendas empresariales complejas; es una emisora de acompañamiento. Su programación —boleros, valses, pasodobles, música romántica— no solo entretiene; evoca memoria, identidad y afecto. Quien escucha Sinfonola no la escucha para informarse o para polemizar, sino para sentirse acompañado en el tránsito cotidiano de la vida. Ese vínculo genera una comunidad afectiva, no ideológica. Y una comunidad afectiva reacciona con más fuerza ante la amenaza de pérdida.

En segundo lugar, la emisora se proyecta a un público históricamente invisibilizado: las personas adultas mayores. En un país que envejece aceleradamente, la tercera edad constituye un bloque social que raras veces se siente tomado en cuenta. Sinfonola es, para muchos, la voz que les recuerda que todavía forman parte de la conversación cultural.

Cuando la emisora anunció que podría desaparecer, lo que escuchó la gente no fue un reclamo administrativo, sino un grito de vulnerabilidad. La respuesta fue inmediata: "No nos quiten esto que es nuestro".

Además, el caso evidenció algo que el debate oficial no había logrado articular: la dimensión social del espectro radioeléctrico. Las frecuencias no son solo un recurso económico; son un espacio simbólico donde se construyen vínculos, memoria y sentido de comunidad. Al colocar el tema en términos de afecto y pérdida, Sinfonola obligó a muchas personas a preguntarse si una subasta, por más técnica que sea, debe ejecutarse sin considerar medidas intermedias que protejan estos espacios de servicio social.

Finalmente, el fenómeno Sinfonola expone una lección política inesperada: la solidaridad surge cuando la causa tiene rostro y tiene voz, no cuando se presenta como un expediente jurídico más. Lo que nadie logró —movilizar emociones auténticas en torno a un tema abstracto— lo consiguió una emisora pequeña que simplemente dijo: "No podemos continuar".

En tiempos donde la técnica suele imponerse sobre la empatía, Sinfonola recordó que la comunicación, al final, sigue siendo un asunto profundamente humano.

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