Un merecido homenaje (Eduardo Lizano) y una pérdida sentida (Jorge Corrales)
Un merecido homenaje y una pérdida sentida, me sirven de excusa para hablar de dos extraordinarios adalides de la libertad, dos economistas y dos seres humanos excepcionales: Eduardo Lizano, con ocasión de su noventa aniversario y Jorge Corrales, con ocasión de su partida terrenal.
Dos estilos distintos pero una vocación (la economía) y un compromiso comunes (la libertad y el amor al país).
A Jorge Corrales lo conocí como compañero en la ANFE de los años ochenta. Antes, lo había admirado por su trayectoria como Viceministro de Economía e impulsor decidido de las “Ferias del Agricultor” a finales de los años setentas. Magnífica combinación que acercaba la oferta (de los agricultores), a la demanda (de los consumidores de las ciudades), demostrando que se podía contribuir al bienestar de las personas sin controles de precios y sin discursos estatizantes. Era una fórmula práctica de defender la economía social de mercado, en una época en que campeaban los controles estatistas de precios y de márgenes de utilidad de la antigua Ley de Protección al Consumidor. Durante los veinte años de vigencia de esa nefasta Ley, por cierto, fuimos testigos de los mayores niveles de inflación de nuestra historia.
En orden personal, había participado en uno de sus cursos de economía (algo así como una introducción a la macroeconomía) y luego lo tuve de profesor formal de “Finanzas Públicas” en la UACA. Desde esos años, seguí sus escritos y sus lecciones. Fue un liberal en el más amplio sentido de la palabra: economista, humanista y comprometido con la libertad.
A Eduardo Lizano lo conocí primero por causa de su cuñado Alberto Di Mare (mi maestro en múltiples sentidos). Me correspondió en suerte compartir acciones de gobierno, bajo la guía y la visión de Estado del Expresidente de la República, don Miguel Angel Rodríguez. Don Eduardo como Presidente Ejecutivo del Banco Central, yo como Presidente la Caja Costarricense de Seguro Social. Compartimos en múltiples ocasiones durante esos cuatro años y luego bajo su mirada y guía en la Academia de Centroamérica. Recuerdo su primer consejo al asumir el cargo como Presidente de la Caja: luchar por universalizar las Pensiones del Régimen No Contributivo (para los más pobres) y mejorar su cuantía. Bajo el Gobierno del Don Miguel y del segundo gobierno de don Oscar Arias se avanzó bastante en esa dirección, pero todavía nos queda un largo trayecto pendiente. Si tan solo dedicáramos al RNC los fondos que el Estado dedica a las pensiones con cargo al presupuesto nacional, habríamos podido universalizarlas para todos los adultos mayores que no tuvieran una pensión y podríamos bajar los niveles insoportables de pobreza en que se encuentran muchos de ellos.
Más que un economista de extraordinarias luces, siempre al día de las avances de su ciencia, don Eduardo Lizano ha sido un “filósofo social”, como a su manera lo fueron Adam Smith, Stuart Mill, Marx, Keynes, Von Mises, Hayek, Friedman. Al margen de sus ideologías, tenían una visión que iba más allá de los límites de su ciencia para vislumbrar todo el tejido social. Otra cosa es que compartamos las visiones y las acciones de algunos de ellos.
A mis 31 años, ejerciendo como Presidente de la ANFE, me correspondió el honor de entregarle el Premio de la Libertad de 1989 a don Eduardo Lizano. En ese entonces, apenas si lo conocía en las lides universitarias y en las conferencias de la Asociación. Estaba por terminar su primer mandato como Presidente del Banco Central de Costa Rica. Me aprovecho, pues, de algunas palabras que expresé entonces:
“En don Eduardo Lizano, ANFE ha querido resaltar su trayectoria, su compromiso y su obra a favor de la libertad en general y de una de sus facetas más amenazadas: la económica. Desde la academia y desde el Banco Central, don Eduardo Lizano ha contribuido a liberalizar nuestra economía de las múltiples trabas gubernamentales… La estabilidad, el ajuste estructural y la inserción de nuestra economía en mercados más amplios, han encontrado en el Dr. Lizano Fait un impulsor y un defensor. En su empeño permanente, mediante publicaciones, exposiciones y realizaciones concretas, a las prácticas viciadas, a los proteccionismos inconvenientes y a las distorsiones de precios que frenan el progreso y limitan nuestra libertad. Su vida íntegra, su trayectoria universitaria, sus ideales y su inteligencia, unidos a su realismo político, han permitido alcanzar metas que hasta hace poco tiempo parecían inimaginables en nuestro país…
“Las guerras, decían los teólogos medievales, son justas cuando justas son sus causas y se pueden ganar. No basta, por tanto, la justicia de las causas para ganar una batalla. Hay que conocer y valorar el arte de lo posible. Eduardo Lizano ha dado una batalla por unas causas que son justas y, además, lo que lo hace original, las ha podido ir ganando en beneficio del progreso y la libertad. Sin estridencias, en un estira y encoge constantes, en que se estira más de lo que se encoge, nos ha enseñado a ganar batallas importantes en el campo económico, prescindiendo de las ideologías y de los tabúes que atan nuestro progreso. Los dogmas del estatismo, las manipulaciones monetarias, las distorsiones de precios, la sobre-regulación crediticia y económica, el proteccionismo industrial y agrícola y la misma banca nacionalizada; son problemas que ha sabido enfrentar con valentía, pero al mismo con pragmatismo y prudencia.”
Decía don Eduardo por entonces, que “No puede avanzarse demasiado de prisa ni muy lentamente… La experiencia enseña que los proyectos grandiosos y que las utopías redentoras de poco han servido. Para avanzar se requiere, más bien, tener la realidad, aunque sea dura, presente; se hace indispensable guardar, cotidianamente, el sentido del equilibrio entre lo deseable y lo posible”
Gobernar, según me parece, necesita mucho de ello. Parafraseando a Ortega y Gasset, pero complementándolo, “Gobernar es saber lo que se puede y se debe hacer desde el Gobierno en una sociedad”. Poco más y nada menos: lo deseable y lo posible, en las palabras de don Eduardo Lizano.
Finalizaba mi disertación con unas palabras que son aplicables tanto a don Eduardo Lizano, como a don Jorge Corrales.
“Imaginaban los antiguos a sus héroes como caudillos de los gestas militares. Hombres o semidioses que defendían sus ciudades, sus haciendas o sus valores religiosos. Hombres míticos que -vivos o muertos como el Cid- ganaban batallas sobre sus caballos. Hombres míticos que morían con la tea en la mano por la independencia de la patria. Después vinieron los héroes de palabra encendida que entusiasmaban a sus auditorios con elocuencia y que lo entregaban todo por una idea… ¡Pero no son los únicos héroes! Hay también héroes del pensamiento de la acción que no cabalgan ni entusiasman a las multitudes, pero cuyo pensamiento y cuya acción adelantan el progreso de las naciones y la dignidad de las personas. Esos héroes también merecen su pedestal y una estatua, ya no de su figura ecuestre, sino de la figura en la que inspiraron su pensamiento y su acción. En los casos de Eduardo Lizano -y de Jorge Corrales agrego-, que mejor que la figura de la libertad.”