Logo

¿Qué revela la llegada de una mujer al poder sobre el machismo en Japón?

Por Gustavo Arias | 23 de Oct. 2025 | 6:47 am

Japón escribió una nueva página de su historia política. Sanae Takaichi, de 64 años, fue nombrada primera ministra, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el cargo más alto del gobierno. Su llegada al poder rompió un techo de cristal que se mantuvo intacto durante décadas.

El hecho es celebrado como un avance simbólico en un país que sigue rezagado en representación femenina. Pero también despierta preguntas: ¿es este el inicio de un cambio profundo o solo una excepción dentro de un sistema político que aún resiste abrir espacio a las mujeres?

Una historia desigual

Las mujeres japonesas obtuvieron el derecho al voto en 1945 y, un año después, 39 de ellas ganaron escaños en las primeras elecciones generales abiertas al sufragio femenino. Fue un comienzo prometedor, pero el avance se frenó con el tiempo.

Hoy, casi ocho décadas más tarde, la representación femenina sigue siendo limitada: las mujeres ocupan apenas el 15,7% de los escaños en la Cámara Baja y alrededor del 25% en la Cámara Alta.

Japón es uno de los países desarrollados con mayor desigualdad de género. En el Índice Global de Brecha de Género 2023 del Foro Económico Mundial, ocupó el puesto 125 de 146 países.

La brecha es especialmente amplia en el ámbito político: en la categoría de empoderamiento político femenino, el país alcanzó solo un 5,7% de paridad, en una escala donde el 100% representa la igualdad total entre hombres y mujeres en el acceso a cargos parlamentarios y ministeriales. Esa puntuación colocó a Japón en la posición 138 del mundo, por debajo de todos los demás países del G7.

Cultura y tradición: los roles que pesan

Parte de esta desigualdad tiene raíces culturales. La idea de que la mujer debe ser una "buena esposa y sabia madre" sigue presente en amplios sectores de la sociedad japonesa.

Además, las mujeres asumen la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidado, lo que dificulta su participación en la política, un entorno dominado por horarios extensos, reuniones nocturnas y redes informales de hombres.

También pesan las expectativas sociales: se espera que las mujeres sean discretas, obedientes y familiares. Quienes rompen ese molde enfrentan críticas y resistencias cuando entran en la vida pública.

Un sistema político cerrado

Las estructuras partidarias tampoco facilitan el cambio. El gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), al que pertenece Takaichi, tiene pocas mujeres en posiciones de poder. La selección de candidatos suele realizarse en comités dominados por hombres, donde las conexiones familiares y la herencia política pesan más que el mérito individual.

Además, cerca de un tercio de los legisladores japoneses proviene de dinastías políticas, lo que deja poco espacio para candidaturas externas —y menos aún para mujeres sin apellidos influyentes—.

Aunque en 2018 se aprobó una ley para promover la participación equilibrada de hombres y mujeres en la política, no impone cuotas ni sanciones: su cumplimiento es voluntario.

La figura de Takaichi

Sanae Takaichi no se identifica como feminista. Conservadora y admiradora de Margaret Thatcher, se ha opuesto a reformas como permitir que las parejas casadas usen apellidos diferentes, una de las demandas de los movimientos por la igualdad.

Durante su campaña interna prometió impulsar la participación femenina, pero su gabinete incluye solo dos ministras entre 19 cargos, una cifra incluso inferior a la de algunos gobiernos anteriores.

Su nombramiento, sin embargo, tiene un peso simbólico. "Hay un gran significado en que una mujer llegue a la jefatura del gobierno. Puede motivar a otras mujeres a aspirar a cargos públicos", dijo Naomi Koshi, exalcaldesa y defensora de la equidad de género, en declaraciones a la agencia AP tras el nombramiento de Takaichi.

¿Cambio real o gesto simbólico en Japón?

Analistas coinciden en que el nombramiento de una primera ministra es un hito histórico, pero insuficiente para transformar un sistema estructuralmente desigual. Las barreras son profundas y están arraigadas en la cultura, la estructura partidaria y las normas sociales.

"No me hace feliz que tengamos una primera ministra si eso no viene acompañado de una política más inclusiva", dijo Chizuko Ueno, reconocida socióloga japonesa y referente del feminismo, en declaraciones recogidas por Kyodo News tras el anuncio del nombramiento.

Para que el hito de Takaichi no quede en un gesto aislado, hará falta algo más que una mujer en el poder. Se necesitarán reformas que abran los partidos a nuevas voces y cambios culturales que permitan a las mujeres ocupar su lugar en la vida pública.

Comentarios
0 comentarios