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Reportaje Especial

Doña Nicolasa Cisneros, la abuela de Pilar

Desafió a los prejuiciados limeños del siglo 19

Por Patricia León-Coto | 6 de Ago. 2017 | 5:32 am

Nicolasa Cisneros. Copia de un cuadro de autor anónimo.

Seguramente alguna vez usted lo ha pensado… En la historia de destacadas mujeres de nuestros días hay una abuela valerosa, desenfadada, de rompe y rasga, destructora de mitos y quebradora de moldes.

Pues bien, una de esas fue doña Nicolasa Cisneros Torres, la abuela de Pilar Cisneros Gallo.

Nació Nicolasa en el 1800, en un Perú conservador y clasista al que no le tuvo miedo. Por amor se enfrentó a las cejas alzadas y las miradas fulminantes que bien podían lanzarle los beatos y beatas de hace casi 120 años.

Cuento esta historia con permiso de la nieta, que es archiconocida por los costarricenses como una periodista celosa (celosísima) de su vida privada… (Tanto que ni Facebook tiene).

Antes de que me acusen de plagio, confieso públicamente que muchos párrafos deberían calzar la firma de mi colega.  Pero ya que los pecados solo lo son si al cometerlos hay malas intenciones, reconozco que robo (pido prestados) estos párrafos de un borrador que Pilar tuvo a bien compartirme un día y porque siento que la historia es muy especial.

Vale la pena indicar que Pilar escribió aquel texto para explicar que la primera condición para triunfar en la vida es saber quién es uno, de dónde viene y hasta dónde quiere llegar.

Pero volvamos a Nicolasa.

Nicolasa Cisneros Torres fue "hija natural" de Pedro Antonio Puertas y Cisneros y de su mujer, Juana De la Torre y Castaños, ambos emigrados de Cuba en 1780 y establecidos en Huánuco, en la sierra del Perú.

Ellos nunca se casaron, pero su hija llevó las cosas al extremo del escándalo…

Nicolasa se inventó una unión con un tal Roberto Benjamín Cisneros que nunca existió. Quería con ese cuento esconder al amor de su vida: ni más ni menos que el sacerdote José Gregorio Cartagena.

¡Sí!  ¡Un cura!

El sacerdote era -para más señas- culto y rico, profesor de física, filosofía y matemática y doctor en teología.

No era solo hombre de sotanas, también podía lucir marciales arreos (como el seminarista de los ojos negros). Fue cómplice de Simón Bolívar en la guerra de independencia del Perú.

Don Gregorio Cartagena era culto, rico y buen amante.

Don Gregorio Cartagena era culto, rico y buen amante.

Y dicen los que conocen la historia que fue un gran amante, pues engendró 7 hijos con Nicolasa.

Al principio, Nicolasa optó por huir del escarnio y se refugió en el pequeño pueblo de Huaycabamba, a 4 mil metros de altura en la sierra peruana, para parir a sus primeros hijos.

Pero luego, cuando el cura Cartagena fue nombrado diputado, a Nicolasa le importaron poco las habladurías y se mudó a Lima ¡con todo y su prole!

 Y no se ocultó entre las paredes de su casa.

Aquella mujer de armas tomar fue autodidacta, amante de la cultura y de las bellas artes.

A la par de su gran compañero, Nicolasa se convirtió en mecenas de artistas y poetas.

De ella nació una generación de peruanos que jugaron papeles relevantes en la joven república:

  • Manuel Cisneros fue abogado, educador, diplomático, congresista, juez de la Corte Suprema y coronel del ejército.
  • Luciano Cisneros, famoso abogado, fue gran orador, congresista, juez de la Corte Suprema y fundador del Club Nacional.
  • Luis Cisneros, poeta laureado en 1897 y máximo representante del romanticismo en el Perú, fundó la Real Academia de la Lengua, dramaturgo, diplomático, banquero y empresario.

Sus descendientes describen a Nicolasa como segura de sí misma, capaz de educarse y de educar a una generación de hijos brillantes por encima de los señalamientos y de la censura de la conservadora sociedad limeña de la época.

Los genes de Nicolasa

Pilar Cisneros. Foto TedX Pura Vida.

Pilar Cisneros. Foto TedX Pura Vida.

"Algo de los genes de Nicolasa definitivamente corren por mis venas", afirma Pilar.

La periodista vino a Costa Rica a los 17 años, y llegó directamente a las aulas universitarias. Huía junto a su familia de la dictadura del general Juan Velasco Alvarado.

El general amenazó a su padre, Máximo Cisneros, con meterlo a la cárcel. Era uno de los mejores abogados del Perú.

Don Máximo ganó el primer juicio y Velasco quitó al juez y puso otro. Ganó el segundo juicio y Velasco hizo lo mismo: destituyó al juez y puso a otro.

"Hasta que mi papá se preguntó: ¿encontrará al desgraciado que me condene injustamente? ¿Quién va a mantener a mis 10 hijos?", recuerda Pilar.

"Y así llegué a Costa Rica un febrero de 1972, hace 45 años, añade. Sabía muy poco de este país: que no tenía ejército, que quedaba entre Nicaragua y Panamá, y que era un gran productor de café y de banano. Punto".

"Pero sabía también que como migrante tendría que trabajar el doble para ser aceptada, para aprender las raíces del país que nos abrió las puertas. Me refugié en el periodismo, teniendo como meta trabajar duro para sacar a relucir la verdad, denunciar a los corruptos, hacer patria, mejorar la calidad de vida de los costarricenses…".

Pilar sabía, pues, quién era, por qué estaba aquí, de dónde venía y qué quería…

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