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Rodolfo Piza Escalante: Arquetipo de un Juez Internacional y Constitucional

Por Agencia | 17 de Ene. 2024 | 4:46 am

Recientemente, en la sede la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Nancy Hernández, discípula de mi padre, exmagistrada constitucional y actual Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, recordaba su aporte al Derecho de los Derechos Humanos y con ello, al Derecho Internacional, al Derecho Constitucional y al Derecho Administrativo.

Me valgo de ello, para recordar algunos detalles de su legado.

Licenciado en Derecho por la UCR, Doctor por la Universidad Central de Madrid (hoy Complutense), ejerció siendo muy joven como agregado de Protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores, de profesor de Derecho, de abogado litigante, de Procurador de la República, de asesor jurídico del AYA (fue su primer director legal).

Como Diputado, Jefe de Fracción de un partido minoritario de oposición, asume un liderazgo especial: demuestra su compromiso con la Ley General de la Administración Pública (por la que tanto luchó junto a su amigo y jurista Eduardo Ortiz Ortiz), con las reformas constitucionales para eliminar los llamados "contratos leyes" o con la reforma misma del artículo 98 (sobre partidos políticos), su lucha contra Vesco y contra CODESA, porque no creía en el Estado empresario, aunque aceptaba y defendía la acción social e institucional del Estado, y porque siempre rechazó que las entidades públicas actuaran como "sociedades anónimas" al margen del derecho público, lo que para él, tarde o temprano, daría lugar a la corrupción.

Su incursión política, sin embargo, esencial para luchar por el Derecho, fue relativamente corta. Ayudó a construir la Unidad (la Coalición especialmente). Rodrigo Carazo le confió la Embajada de Costa Rica ante la ONU, en Nueva York de 1978 a 1982. Allí acrecentó su internacionalismo, sus valores y su estatura internacional. Presidió dos Comités de las Naciones Unidas, el de Política Especial y el de Credenciales. Se destacó en la defensa de la patria ante la OEA, un diciembre del año 1978, frente a las amenazas del Dictador Somoza. La Universidad de la Paz, la sede de la Corte lnteramericana de Derechos Humanos y sus discursos a favor de esos derechos, sin adjetivos ni "dobles estándares", su lucha por la creación de una Corte Penal Internacional y un Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos (ambas conquistas, tardaron varias décadas en aprobarse).

En 1979 asumió como Juez y primer Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, desde la que impulsó, junto al Juez Thomas Buergenthal, la creación del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, el Acuerdo de país sede y la nueva jurisprudencia valiente, novedosa y continental de esa nueva Corte desde los primeros casos contenciosos (Viviana Gallardo y Desaparecidos en Honduras), hasta su participación en las primeras 8 Opiniones Consultivas (destacándose especialmente sus votos salvados).

En los ochentas, destaca su lucha por la Sala Constitucional y el inicio de la más importante revolución jurídica de nuestra historia patria: la Sala IV y su jurisprudencia. Sus batallas por el debido proceso, la libertad de enseñanza, contra los monopolios (v.g. sentencia sobre Ley de la Moneda), la libertad en general, los derechos de los pueblos indígenas, el valor de los principios constitucionales, la libertad de expresión, el equilibrio presupuestario, la recuperación del principio de legalidad, de reserva de ley y del valor de la propiedad como derecho constitucional, los derechos económicos y sociales como derechos y no como normas programáticas. La defensa de la vida humana desde la concepción. La amplitud de la legitimación procesal, para permitirla a todos en general y a cada uno en particular, aunque fuera un copero o un niño de 10 años.

Era un esposo, un padre, un amigo, una antorcha. No negaba sus defectos. Todo ser humano está "contaminado de humanidad", decía. No soportaba la estupidez o la corrupción, pero no hizo nunca alarde de inteligencia, ni presumía de honestidad. Tampoco odió nunca, ni siquiera a los que lo rechazaban o perseguían.

En la Sala Constitucional se resumieron y acrecentaron sus valores, su trayectoria y su compromiso. Fue como si toda su vida se hubiera preparado para su papel de juez constitucional. Por eso no pudo dejarla en vida, por más que su salud, su familia y su edad se lo aconsejaran. Solo la llamada de Dios, pudo arrancarle su vocación suprema.

A la Sala Constitucional llegó apertrechado de una combinación de factores prácticamente insuperables. Sus convicciones y experiencias lo colocaron a la cabeza, aun cuando actuara como un miembro más del selecto grupo que lo acompañó. En primer lugar, su capacidad, conocimiento y sentido lógico y jurídico. Particularmente diestro en el Derecho Procesal y en el Derecho Público (Constitucional, Administrativo, Internacional Público). Traía, además, su historial de profesor de Derecho, de juez internacional de los derechos humanos durante nueve años y de Embajador ante las Naciones Unidas.

Una trayectoria y un fino olfato y sentido políticos, lo hacían entender la norma política por excelencia: la Constitución, sin sumisiones a los poderes de turno ni a los compromisos partidistas. Su condición de Ex Diputado, en ese sentido, fue esencial. Su experiencia y su vocación le recordaban la falibilidad y flaquezas humanas, la necesaria misericordia hacia aquellas, sin transigir en lenidad ni en corrupción, pero sin dejarse impresionar por las modas pasajeras de la "opinión pública".

El mismo definió el arquetipo del juez constitucional, al aceptar el Premio de la Libertad en 1992: "…como tal, tiene que procurarse un complejo temperamento de político tanto como de juzgador, de ciudadano tanto como de jurista, de poeta tanto como de hombre práctico y de acción. .."

Al asumir como el primer Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 1979, recordó el sentido esencial de un Juez: "… La Corte -decía- será principalmente lo que los propios jueces queramos que llegue a ser, con el respaldo de los pueblos mismos, que es lo principal, y cuya solución está en determinar si estamos decididos a actuar con imparcialidad y con justicia, a abandonar la cómoda pero irresponsable posición del juez tradicional, espectador y simple receptor de la contienda, sustituyéndola por la del nuevo juez, comprometido de vedad con la justicia, a salir a buscarla, valiente y agresivamente, cuando su convicción moral lo ordene, dejando de lado las mezquinas triquiñuelas de la gramática y de los procedimientos. Tengo mucho tiempo de saber que yo si estoy dispuesto a asumir ese reto y a entregarme a ese compromiso…"

Su pasión, como dije, fue enderezar entuertos y aventurar la vida por la libertad. En ambos sentidos, difícilmente encontraremos a un jurista, en cualquier parte del mundo, que haya sido capaz de impactar tanto la vida y el Derecho de una nación.

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