Tolomeo y el amor dividido de los tiempos del Cólera
Los que han seguido las historias y los amoríos del gran Tolomeo, podrán entender que su narcisismo o su priapismo, lo obligaban a ligar "cuantas ellas pueda tener de hospitalario" (la expresión se la copio a Antonio Machado). Algunas féminas dirán que el pobre Tolomeo no era más que un "machirulo" incontrolado. No lo sabemos, pero si podemos intuir, con el propio Freud, que el protagonista, como el mismo Florentino Ariza (el del Amor en los Tiempos del Cólera), sobreestimaba sus propias fuerzas "creyendo que podía hacer lo que quisiera con sus instintos sexuales, sin tener para nada en cuenta sus propias tendencias." Vaya uno a saber.
Recordemos que para Florentino Ariza, el protagonista de "El Amor en los Tiempos del Cólera" de Gabriel García Márquez, el amor podía dividirse en dos mitades: "amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo". Tanto mejor si coincidían, pensaba, pero la coincidencia no le parecía una condición inexorable del amor.
Nuestra gran Carmen Granados (humorista y folclorista costarricense, para los que no la recuerdan), compartía en parte esa distinción. Según su decir, a ella le encantaban los hombres bien inteligentes de la cintura para arriba, pero bien burros de la cintura para abajo.
Como bien sabemos, en la obra de García Márquez, Florentino Ariza sustituía el vacío de su amor frustrado por Fermina Daza, con pasiones mundanas y amores de cama. En la plenitud de sus facultades, Florentino se preguntaba cuál de los dos sería el verdadero amor, el de la cama turbulenta o el de las tardes apacibles de los domingos y así llegaba a la definición del amor dividido.
Con el tiempo, Florentino llegó a pensar que se podía estar enamorado de varias mujeres a la vez, y "de todas con el mismo dolor", sin traicionar a ninguna. La concepción de la fidelidad de Florentino Ariza para con Fermina Daza, podría parecer contradictoria, pero estaba basada en la lealtad a un ideal de amor que era lo suficientemente fuerte como para que él esperara a Fermina, a pesar de que entre ellos no exista ningún compromiso. Y si de esperar se trata, nadie puede competir con él: transcurren 51 años, 9 meses y 4 días, para lograr su meta añorada.
Y mientras alcanza la meta (yacer con Fermina), se ligó a todas las que pudo: sabemos, según sus cuentas, que se ligó a más de quinientas. ¡Menudo atleta del amor, dirán sus admiradores! ¡Menudo machista concupiscente dirán sus detractoras!
Su historia, sin embargo, nos puede servir para entender por qué para personajes como Florentino y Tolomeo, lo del amor y la fidelidad tiene connotaciones diferentes de las que son predicables a los demás. No me detengo a criticarlo y me concentro en destacar su particularidad: para muchos hombres (y para algunas mujeres quizás, Mesalina o Catalina la Grande, por ejemplo), la infidelidad carnal (las 500 mujeres de Florentino, los placeres pasajeros de Ulises en la Odisea o las visitas a los burdeles de Tolomeo), no desdecía para nada la fidelidad del corazón (el amor incuestionado de Florentino por Fermina, de Ulises por Penélope o de Tolomeo por Lascivia).
No los defendemos pero asumimos que la infidelidad de estos personajes, no comprometía la fidelidad de sus primitivos corazones. Bajo esa tesitura, se trataría únicamente de un acto atlético que confirmaría su masculinidad (tan vilipendiada en los tiempos que corren) o femineidad (para ser equitativos con Mesalina, Catalina o la misma Simone de Vaudeville).
Sea para entrenarse deportivamente en las artes amatorias, sea para confirmar su sino conquistador (aunque la conquista dependa más del bolsillo o del instrumento, que del sex appeal), esas conquistas podrían ser reprochables moral y legalmente, pero no encerrarían, necesariamente, el desamor de los citados personajes.
Por otra parte, en los casos de Tolomeo, Florentino Ariza y del propio Ulises, podrían afirmar, inclusive, que al yacer con otras mujeres, alimentaban su admiración y amor por sus amadas (Fermina, Penélope y Lascivia, para seguir con el ejemplo). ¡Vaya uno a saber, si eso es verdad o simple excusa!
Al final, quizás, esa particular perspectiva y la de muchos hombres, más bien se deba a condicionamientos biológicos, culturales o simplemente al "machismo" y a nuestra inferioridad emocional. Aquí dejamos por fuera a Mesalina y a Catalina la Grande (la verdad, ellas no expresaron tan abiertamente sus perspectivas).
¿Será que el amor carnal (de la cintura para abajo), impele a actuar en dirección contraria al amor espiritual (de la cintura para arriba)? ¿Será que nuestro yo interno (inconsciente, subconsciente), es más fuerte que el "yo" que conocemos? ¿No decía Sigmund Freud que "la vida instintiva de la sexualidad no puede ser totalmente domada por nosotros…, que el 'yo' no es dueño y señor de su propia casa"?
No se trata solamente del agravio psicológico al amor propio, al narcicismo humano o a nuestra condición de género. Se trata también de que, a diferencia de Tolomeo, Florentino y el propio Ulises; muchos seres sobreestiman sus fuerzas. "Has sobreestimado tus fuerzas, diría el mismo Freud, creyendo que podías hacer lo que quisieras con tus instintos sexuales, sin tener para nada en cuenta sus propias tendencias."
El amor de la cintura para abajo o "los instintos sexuales se han rebelado entonces y han seguido sus propios oscuros caminos para sustraerse al sometimiento, y se han salido con la suya…" para seguir la guía del mismo Freud. Solo que en el caso de Florentino Ariza o del mismo Tolomeo, esa liberalidad de sus instintos no parecía causarles especial agravio y por ello no se manifestaba como una patología psicológica. Su narcicismo y el de muchos de los hombres, seguía intacto.