Un espacio en Costa Rica que se convirtió en hogar para artistas de todo el mundo
En Costa Rica existen múltiples espacios artísticos que, aunque permanecen algo ocultos, guardan un enorme potencial creativo. En muchas ocasiones, los artistas buscan lugares donde exponer su talento sin saber que, a lo largo del país, existen galerías y centros culturales —algunos incluso gratuitos— que abren sus puertas al arte en todas sus formas.
Este medio se dio a la tarea de descubrir estos rincones, con el fin de demostrar que en nuestro país no hay una carencia de arte, sino una riqueza que muchas veces pasa desapercibida.
En esta ocasión hablaremos de un espacio que no solo ofrece acompañamiento a los artistas, sino que también brinda abrigo, fomenta el intercambio cultural y promueve la construcción de comunidad. Un lugar donde el arte no solo se observa, sino que se vive, se comparte y se convierte en un puente entre personas y realidades distintas: La Casa Cultural Satis Factory.
Esta fue fundada por Ericka Martin, quien también es una de las curadoras del espacio. A lo largo de los años, ha convertido su pasión en un proyecto que va más allá de lo personal: compartirla para que otros artistas tengan la oportunidad de desarrollar su arte en cualquiera de sus formas.
Este espacio no solo es una casa de arte para Costa Rica, sino también para toda Centroamérica. Se trata de un proyecto interdisciplinario que no se limita a una sola disciplina o área, sino que integra diversas expresiones artísticas y fomenta el diálogo entre ellas. La Casa Cultural brinda la oportunidad a los artistas de exponer sus obras en la sala pública, pero también les ofrece un espacio para desarrollar ideas y explorar territorios creativos que nunca antes habían experimentado.
Una de las áreas más destacadas del proyecto es la casa de residencia. Este espacio ofrece a artistas extranjeros la posibilidad de hospedarse por un tiempo determinado, mientras desarrollan sus proyectos, sin ningún tipo de costo.
Estas residencias se realizan mediante colaboraciones gestionadas por la propia casa de arte. Para acceder a ellas, se valoran distintos aspectos, pero uno de los principales es la capacidad del artista para vincular su trabajo con la comunidad y estimular el pensamiento crítico. Se buscan proyectos que promuevan la formación, el aprendizaje colectivo y la apertura de espacios públicos gratuitos para el beneficio social.
También se toma en cuenta que los artistas cuenten con herramientas que fomenten la reflexión sobre las condiciones sociales, culturales y políticas del entorno actual. La intención es que el arte funcione como una herramienta de transformación social: no solo como una expresión estética o personal, sino como una experiencia capaz de generar impacto en los demás. "Buscamos ver a artistas comprometidos con lo que hacen, que hayan logrado sostenibilidad en su trabajo", mencionó Martin.
El espacio está principalmente dirigido a artistas que ya cuentan con una trayectoria consolidada, con el objetivo de seguir impulsando sus carreras y fomentar prácticas que tengan un impacto social tangible.
El motivo de creación de este proyecto fue múltiple. Para Martin, en un inicio, surgió como un interés en comercializar el diseño de manera justa, más allá de una simple experiencia de consumo. Con el tiempo, el enfoque evolucionó hacia el trabajo colectivo, convirtiéndose en un proyecto que depende de colaboraciones y sinergias con otros creadores.
El financiamiento de La Casa Cultural Satis Factory proviene de distintas fuentes de sostenibilidad. El espacio se ubica en una propiedad de la propia Martin, quien también cuenta con un local que alquila. Cuando no hay residentes, la habitación de la casa se utiliza como alojamiento temporal tipo Airbnb durante la temporada alta de turismo.
La cantidad de artistas admitidos al año depende de los recursos que el espacio logre recaudar por sus propios medios.
El proyecto nació en 2013 como una feria de arte y diseño itinerante, en la que Martin utilizaba espacios o casas desocupadas para realizar exposiciones. Sin embargo, en 2019 adquirió una propiedad propia y decidió remodelarla para transformarla en lo que hoy es La Casa de Arte Satis Factory, que además de ser su hogar, incluye la casa de residencia y el local alquilado.
En 2020, durante la pandemia, el proyecto dio un giro significativo y tomó la forma que mantiene actualmente.
Martin no está sola en esta labor. La acompaña un equipo conformado por Gabriel Araya Herrera, co-programador de artes escénicas, artista, productor y gestor cultural; Fernando Chaves, programador de cine, curador y periodista; y Mariela Richmond, co-programadora de arte y educación. Aunque no están presentes todo el tiempo, forman parte fundamental del equipo con el que Martin se reúne periódicamente para compartir ideas, coordinar el acompañamiento a artistas y gestionar el funcionamiento del espacio.
Gracias a este trabajo conjunto, La Casa Cultural Satis Factory se ha convertido en un refugio artístico que impulsa las carreras de decenas de artistas, tanto nacionales como internacionales, y que continúa dejando una huella profunda en el arte costarricense.














