¿Cómo caracterizar a Kamala Harris, senadora por California y candidata a la vicepresidencia por el Partido Demócrata en los Estados Unidos?
Para plasmar su verdadero retrato se requiere un lienzo distendido y una paleta de indefinidos colores que sólo Joan Miró podría lograr y, para describirla tal cual, revivir la pluma de Guillaume Apollinaire, escritor francés creador de la ópera bufa Les mamelles de Tirésias (Los pechos de Tirésias), en la cual Theresa, personaje original, se convierte en el general Tirésias cuando sus pechos, convertidos en globos, se desprenden por el aire y, liberada, encadena al marido vestido de mujer para desafiar a la sociedad convencional (realista) e intentar crear otra muy distinta, supuestamente superior y ubicada por encima de la verdadera realidad. A mi juicio, Kamala Harris es surrealista y progresista a la vez. Se viste de muchos ropajes, unos buenas, y otros no, que la prensa sesgada exalta o minimiza según su conveniencia política.
El New York Times la describió como "pragmática y moderada" en un intento por redefinirla acorde a la imagen que desea proyectar de Joe Biden. Ese nuevo retrato estaría bien si fuera creíble, pero, como replicó Fox News, Kamala no es pragmática ni, mucho menos, moderada. Sus críticos la pintan como una mujer contradictoria, nacida en cuna de plata (nunca conoció la pobreza pues sus ancestros, un reputado economista jamaiquino y una destacada profesora de medicina de Berkeley emigrada de India encarnaron el sueño americano) y, sin embargo, abraza ideas progresistas de la izquierda ideológica californiana. Otros dicen que es muy dura, ruda a veces, según demostró en las audiencias del Senado sobre la confirmación de Bret Kavanaugh para la Corte Suprema a quien lanzó cargos infundados, contra el propio Bernie Sanders cuando lo descalificó en un debate por supuesto racismo, y también contra centenares de indiciados de color (afroamericanos, latinos y asiáticos) durante su estancia como procuradora general de California.
Su pensamiento filosófico y principios ideológicos la ubican como un personaje "progre", término con diversas modalidades y matices ubicados, casi todos, a la izquierda del espectro ideológico. Se inclina, como Biden, por subir impuestos a las personas de ciertos niveles de ingresos y a las empresas; endosó el movimiento Black lives matter, el costoso Green New Deal de Alexandria Ocasio-Cortés (que implicaría pérdida de empleos al prohibir eventualmente los combustibles fósiles), suscribió el seguro obligatorio para todos impulsado por Bernie Sanders, la política de fronteras abiertas a la inmigración, educación gratuita para todos en universidades públicas, el voto a los 16 años, reducir el presupuesto de la Policía (posición peligrosa por desproteger a la sociedad), nunca condenó los saqueos y vandalismo de las protestas en varios estados y, como sus congéneres, favorece el voto por correo y no personalmente y con cédula de identidad, como se hace en Costa Rica y casi todo país civilizado.
Eso no significa, sin embargo, que no posea talento, capacidad ni valor, ni que no que pueda aportar elementos complementarios a la candidatura de Joe Biden, otrora polemista brillante que derrotó en un famoso debate al republicano Paul Ryan cuando era candidato a la vicepresidencia con Mitt Romney, pero ahora pasta cansado y algo desmemoriado, producto, quizás, de su avanzada edad. Kamala –dicen- está llamada a compensar esas debilidades. Es más, si Biden no terminara su mandato y, aunque lo hiciera, difícilmente podría pelear la reelección a los 82 años. Entonces, ella podría saltar a la posición número uno.
Por esa razón, los periodistas convencionales tratan de dibujarla con pinceles más amables. Kimberley A. Strassel, del Wall Street Journal, afirma que para la prensa americana Harris es "brillante, savia, madura, apacible y bravía a la vez, atractiva, auténtica, poderosa y combativa". La versión femenina de Barak Obama, cuya franca sonrisa y contagiosa afabilidad fueron decisivas en su primera campaña presidencial. Otros, más irascibles, se complacen en afirmar que su papel primordial será crucificar al presidente Trump y al Vicepresidente Pence (en octubre habrá debate de vicepresidentes), por sus dotes de abogada inquisidora. Recuerden que como candidata presidencial en las primarias pasadas renunció en diciembre, pues nunca logró concitar un número significativo de demócratas y, ni siquiera, el voto negro se decantó por ella.
Tras escoger a Kamala Harris como su compañera de viaje Joe Biden no repuntó en las encuestas (más bien bajó levemente según Real Clear Politics). Entonces, ¿cuál fue la razón primordial de su escogencia? A mi juicio, la razón es que, por ser progresista, está llamada a atraer y motivar el ala izquierda de su partido, sin el cual los demócratas no podrían ganar, como experimentó en carne propia Hillary Clinton.
Jorge Guardia